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XAVIER BRU DE SALA

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Mariano Rajoy actúa como si estuviera convencido de su fuerza. El cercano 25-M, día de las elecciones europeas, veremos si las urnas le dan la razón o se empieza a entrever la posibilidad de un cambio. Si las gana el PP, es probable que pase un año con relativa calma, hasta las municipales del 2015, ocupado en hacer ver que la recuperación económica es un hecho aunque avance a paso de tortuga, y en capear el desafío soberanista catalán. En este caso, el PSOE se vería inmerso en una crisis de liderazgo y de candidato que lo desactivaría durante una buena temporada.

Si el PSOE gana, el panorama puede cambiar. Será el jefe de filas socialista quien sacará pecho y se dedicará a erosionar y desacreditar al PP, su inmovilismo y la falta de sensibilidad social, así como a preparar unas municipales y autonómicas que por poco bien que le vayan lo pueden encaminar, o así lo esperarán, a obtener un triunfo en las cercanas legislativas. Esta segunda opción parece el cuento de la lechera pero no se puede descartar. Rubalcaba tiene en su favor dos factores importantes: el malestar social, que va dando cada vez más las culpas a la derecha, y la ley del aborto de Gallardón, que podría decantar un número importante de votos en unas elecciones consideradas poco trascendentes.

Ahora bien, en las europeas y en general en el mapa político español, se prevé que irrumpan con cierta fuerza las opciones que van más allá del bipartidismo. Según la mayoría de analistas, lo importante será quién gana, PP o PSOE, pero puede ser que olvidemos la disminución del espacio bipartidista o no le demos la importancia que merece. Entre el PP y el PSOE pueden perder 10 puntos o más, y es probable que no se trate de un fenómeno pasajero, un voto de protesta circunscrito a unas elecciones consideradas poco relevantes, como puede pasar en Francia, sino que la importancia de las fuerzas políticas a derecha e izquierda se consolide en futuras convocatorias. Llegado el caso, el partido más beneficiado por este desplazamiento del electorado sería, según todas las previsiones, UPD de Rosa Díez. El avance de IU, al otro lado del espectro ideológico, no compensaría el incremento global del bloque derecha-centroderecha, de forma que, si se confirman estas previsiones, el eje de la política española se desplazaría hacia la derecha.

Con independencia de que tal situación se llegue a producir, queda claro que esta es la previsión más generalizada, hasta el punto que actúa sobre la estrategia de Rajoy, mucho más ocupado en no dejar espacio a su derecha que en consolidar la adhesión de su electorado más de centro. Se puede decir que el de España no es un caso único y que la tendencia es europea. Por eso conviene estar aún más atentos.