Virtudes privadas, vicios públicos
La paciencia y la perseverancia cogen cuerpo, sin focos por medio, en los próceres del soberanismo
Josep Martí Blanch
Periodista
JOSEP MARTÍ BLANCH
Paciencia y perseverancia. Estas son las dos virtudes que según el líder nacionalista escocés, Alex Salmond, debieran predominar en el ADN del soberanismo catalán para alcanzar el objetivo de un referéndum pactado con el Estado y de carácter vinculante para decidir el futuro de Catalunya. Añade el líder escocés, entrevistado por la Agència Catalana de Notícies, «la manera correcta de alcanzar la independencia en el mundo moderno no es a través de una declaración unilateral sino a través de un proceso de consenso». Y remata, «si una cosa es real, como creo que lo son las aspiraciones de Catalunya, supera el examen del paso del tiempo».
Sin duda, las palabras del exlíder del Scottish National Party no obedecen a la lógica del 'consejos vendo y para mí no tengo'. No hay que olvidar que quien así habla es el mismo que consiguió que finalmente el Gobierno británico -no a las primeras de cambio- accediese a la celebración del referéndum escocés. Paciencia para esperar el momento y perseverancia para hacer que ese momento llegue. Es decir, más tiempo, mucho más que el que marcan los famosos 18 meses de la hoja de ruta hacia la independencia que ahora ya son 14.
¿Está en condiciones el soberanismo político catalán -CDC y ERC principalmente- de querer y poder atender los consejos de Salmond? Sí, pero solo a puerta cerrada. ¿Y subidos al escenario del discurso público y con la platea repleta de acólitos? De ninguna manera.
EL CALENDARIO PACTADO
Los discursos públicos y privados se asemejan hoy en Catalunya a los raíles del ferrocarril. Líneas paralelas que avanzan hacia el horizonte pero sin tocarse jamás. Formalmente, con un altavoz delante, Catalunya avanza imparable hacia la proclamación del nuevo Estado según el calendario pactado entre las fuerzas políticas independentistas. Sin focos y grabadoras por medio, en cambio, la paciencia y la perseverancia de las que habla Salmond toman cuerpo también en las mentes y palabras de los próceres del centralismo soberanista (la CUP, como todos los partidos extremistas come en plato aparte, puesto que entre sus objetivos está también la revolución).
Que Catalunya no es Escocia es una de las verdades del barquero. Pero alguna diferencia habrá -más allá de tener delante al Gobierno británico en lugar del español- que permita entender que las banderas de la paciencia y perseverancia que enarbola Salmond se traduzcan con las apresuradas etiquetas #tenimpressa, #araomai o similares.
La diferencia es que Salmond estaba y está solo. No compite con nadie en el eje nacionalista escocés. Por tanto, puede reducir la carga táctica de sus movimientos -sin eliminarla, claro- en beneficio de la estrategia. En cambio, en Catalunya dos partidos independentistas -los dos desde hace poco, desde el punto de vista estricto de los hechos, no de las declaraciones- compiten por buena parte del mismo electorado, con lo que se invierten las dosis de esos dos ingredientes en favor de la táctica.
LA CONTRADICCIÓN ENTRE TÁCTICA Y ESTRATEGIA
Es la táctica, en flagrante contradicción con la estrategia, la que impidió que tras las elecciones plebiscitarias del 27 de septiembre se escuchase una lectura que proporcionara un confort realista a los votantes independentistas del tipo: «nuestro objetivo es la cota 4.000, y hemos alcanzado la 3.500; es una excelente noticia. Consolidaremos la posición para atacar la cima en el momento propicio», en lugar del 'hem fet el cim' cuando había quedado claro que faltaban, y faltan, esos 500 metros, siguiendo con la analogía alpinista.
Y es la táctica también la que imposibilita que en las elecciones generales del 26 de junio pueda reeditarse -como ya ocurrió en la primera vuelta el 20 de diciembre- una lista única como Junts pel Sí, que solo Convergència ha reclamado. Es la táctica también la que explica los movimientos que desde hace meses se producen alrededor de la Assemblea Nacional Catalana en vísperas de su proceso electoral interno.
Pero por paradójico que parezca los consejos del ex 'first minister '' no caen en saco roto. De hecho, ni siquiera son necesarios porque en Catalunya también los políticos saben leer la realidad. Solo que de momento la paciencia y la perseverancia se reservan para las conversaciones privadas y las reuniones que quieren parecer serias. Micrófono en mano, a puerta abierta, el raíl escogido sigue siendo el de la táctica vocera, el cortoplacismo de quien tiene como primer objetivo, no construir un Estado, sino ganar unas elecciones o, al menos, sacar mejor resultado que su contrincante directo.
Para los optimistas siempre quedará Bernard de Mandeville y su fábula de las abejas publicada en 1705. Ya saben, asentar proyectos sobre las virtudes no es solo imposible, sino que resulta del todo contraproducente.
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