El debate tras el caso de la escuela de Navas
Violencia y enfermedad mental
Los discapacitados tienen muchas más posibilidades de ser víctimas de delitos que de cometerlos
Antonio Andrés Pueyo
Catedrático de Psicología de la Universidad de Barcelona.
ANTONIO ANDRÉS PUEYO
A finales del siglo XIX Cesare Lombroso, un psiquiatra italiano movido por convicciones humanitarias, demostró que muchos de los autores de delitos violentos estaban afectados por trastornos mentales. Describió casos de homicidas y de agresores sexuales con graves alteraciones mentales congénitas e incurables. A partir de estas observaciones formuló su teoría sobre la peligrosidad criminal asociada a las enfermedades mentales. Su teoría ha sido muy influyente tanto en las leyes como en las creencias populares que asocian la locura y la violencia. Desde entonces la creencia de que hay una relación causal entre enfermedad mental y violencia forma parte de nuestra cultura y emerge cada vez que nos urge comprender los porqués de la violencia.
Las causas de la relación entre enfermedad mental y violencia son desconocidas pero sí que hay dos aspectos destacados a considerar en este binomio. Uno de naturaleza positiva, ya que se ha consolidado la idea de que los enfermos mentales graves que delinquen no son culpables y por tanto son jurídicamente inimputables. La ley penal trata de modo distinto a quién comete un delito bajo los efectos de un grave trastorno mental como una demencia o una psicosis. Se considera irresponsables penalmente a quienes no comprenden la ilicitud de sus actos o son incapaces, voluntariamente, de controlarlos. El libre albedrío, elemento básico para atribuir la culpabilidad está profundamente afectado por la enfermedad mental grave. El elemento negativo de esta tradición es la asociación de la peligrosidad criminal con la enfermedad mental. Esta idea es el sustento de la perniciosa estigmatización que considera a los enfermos mentales peligrosos y violentos.
¿Pero realmente las personas con trastorno mental son peligrosas y violentas? La respuesta, a la luz de los modernos estudios criminológicos, es no. Debemos incluir algunas precisiones. Entre todos los delincuentes condenados por delitos violentos -homicidios, delitos de lesiones, agresiones sexuales, etcétera- un 5% están afectados por una enfermedad mental grave. Este porcentaje puede aumentar hasta un 40% si consideramos otras alteraciones menos severas. Solamente entre un 9 y un 10% de los enfermos mentales graves (depresión, psicosis, toxicomanías, etcétera) realizan conductas violentas y si se trata de los delitos violentos más graves esta prevalencia disminuye al 3-4%. Estos datos son relativos a personas adultas. En cuanto a los niños y adolescentes los estudios son menos concluyentes, pero indican una mayor presencia de los trastornos mentales y del desarrollo que entre los adultos. En los delincuentes juveniles es muy frecuente la combinación del consumo abusivo de drogas con las alteraciones mentales incipientes o agudas. Los estudios sobre la presencia de cualquier trastorno mental (incluyendo las toxicomanías) en jóvenes delincuentes ofrecen tasas de prevalencia de un 60-70% aproximadamente. Según estos datos la enfermedad mental, especialmente en sus formas más severas e incapacitantes, son un factor de riesgo más que aumenta la probabilidad de una acción violenta y que tiene un efecto a graduar entre bajo y medio. Además sabemos que los enfermos mentales, jóvenes o mayores, hombres o mujeres, están mas expuestos a ser víctimas de la violencia que el resto de la población. Los discapacitados y otros enfermos mentales tienen mayor probabilidad de ser victimizados, por ejemplo en delitos de violencia sexual, que el resto de la población. Este riesgo puede llegar a quintuplicarse en la violencia de género.
Prevención
PrevenciónHemos de abandonar la vieja y prejuiciosa idea de la que peligrosidad criminal esta asociada a la enfermedad mental. Si hablamos de violencia y enfermedad mental hay que decir, en primer lugar, que estos enfermos están más expuestos a sufrir la violencia como víctimas que a ejercerla como agresores. A su vez, especialmente cuando el trastorno mental está activo, tienen más riesgo de encontrarse en situaciones conflictivas y, por tanto, es más probable que recurran al uso de la violencia. Los enfermos mentales presentan una probabilidad algo mayor que aquellos no afectados por un trastorno mental pero, y esto es importante, ante situaciones conflictivas similares. Los mismos factores que aumentan el riesgo de violencia en cualquier persona, como el consumo de drogas, las actitudes antisociales, el aislamiento social, etcetéra también influyen en las personas con enfermedades mentales incrementando su riesgo de actuar violentamente. Hoy podemos afirmar que del mismo modo que la enfermedad mental es tratable, sabemos que la violencia se puede prevenir.
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