La viga de Fernández Díaz
Vetar al Partit Demòcrata Català es una más del ministro del Interior
Sílvia Cóppulo
Periodista y psicóloga.
Licenciada en Psicología y Doctora en Comunicación. Profesora de Comunicación en la Universitat de Barcelona
SÍLVIA CÓPPULO
Jorge Fernández Díazorge se alarma y pierde el sentido de la mesura. El ministro del Interior español tiene el afán de luchar contra el independentismo catalán, pero no busca el origen de la voluntad popular de autodeterminarse sino que trata de cortar el cuello (jurídicamente) a quienes considera sus agitadores. Si nos hizo estremecer oírle en las conversaciones conspirativas con el director de la Oficina Antifrau para encontrar o medio inventarse algo feo que desprestigiase a varios políticos independentistas de Catalunya, ahora alucinamos cuando, lisa y llanamente, veta el nombre del Partit Demòcrata Català, la refundada Convergència. Esgrime dos razones. Argumenta primero la posible confusión de las siglas del PDC con las de otras fuerzas políticas, cuando hay un montón de partidos registrados que incluyen, por ejemplo, la palabra Falange en su nombre. La segunda razón, no querer inscribir el PDC porque en su acta fundacional expresa que quiere conseguir que Catalunya se organice como un Estado independiente sin renunciar a la vía unilateral para lograrlo, es simplemente escandalosa e inadmisible. Apelar a la ley de partidos del 2002, que servía para ilegalizar a Batasuna e impedir que existieran partidos que apoyaran a la violencia, es manipular y querer confundir a la ciudadanía situando al mismo nivel el independentismo catalán y el terrorismo. Pero es que, además, los juristas nos recuerdan que la Constitución no obliga a estar de acuerdo con la Constitución. Es por ello que, pese a que España se defina constitucionalmente como una monarquía parlamentaria, hay partidos republicanos perfectamente registrados. Vetar el PDC es una más de Fernández Díaz. Errática. Desmesurada.
Margallo y el obispo Novell
Mientras aquí el titular de Interior veta al PDC, su compañero de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, se va al Vaticano y admite ante su homólogo, Richard Gallagher, que el Gobierno se está movilizando contra la acción internacional de la Generalitat. Margallo compara una Catalunya independiente con Palestina, la República Saharaui, Osetia del Sur, el Transdniéster, Abjasia y la región del Dombass en Ucrania, en un intento de ridiculizar al soberanismo. Dice que la batalla se juega más fuera que dentro de España, y no se da cuenta de qué significa que dentro un miembro de la curia, Xavier Novell, obispo de Solsona, haga una glosa por la Diada exhortando a los fieles a comprometerse con el procés catalán. Margallo condenaba a una Catalunya independiente a vagar por los siglos de los siglos en el espacio sideral. Las dicen y hacen muy gordas. Quizá por eso me viene a la memoria aquella exhortación bíblica que nos interpela a dejar de querer sacar la pajita que hay en el ojo de nuestro hermano cuando no vemos la viga que tenemos en el nuestro.
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