DOS MIRADAS

Viejos amigos

Ya hace tiempo que muchos ciudadanos catalanes se sienten inevitablemente de unos o de otros

EMMA RIVEROLA

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Pasó el 9-N ante el entusiasmo de unos y el desconcierto de otros. Unos y otros. Ya hace tiempo que muchos ciudadanos catalanes se sienten inevitablemente de unos o de otros. Viejos amigos de ideas y de risas ahora tienen que aprender de nuevo a mirarse. Unos no dan crédito cuando ven a sus antiguos compañeros desfilando junto a Mas. Les hierve la sangre al contemplar a sus difuntos referentes intelectuales fagocitados por el soberanismo, aunque sean los familiares de los finados quienes los saquen a pasear, y se les revuelven las tripas cuando conceptos que tanto reverencian, como catalanismo, libertad, lucha o izquierda, desaparecen engullidos bajo esa estelada de paño mágico que todo lo tapa o disimula:  corrupción, recortes sociales… Otros, antiguos camaradas, tampoco entienden nada. ¿Qué hace su compañero alineado con los amigos de Rajoy? ¿Cómo es posible que no se sume con pasión a este movimiento que pretende sacudir los cimientos del españolismo más rancio?  ¿No están hartos de la humillación de la lengua y del agravio fiscal?

En las redes, el carnet de fascista se reparte con frivolidad entre los más descerebrados de uno y otro lado.  Demasiadas emociones para un

debate sereno (y serio). Pero hoy, 10-N, tenemos que seguir aprendiendo a construir el diálogo a través de la razón y la comprensión. Si no, corremos el riesgo de pasar los próximos años hablando del tiempo. Y eso no da para mucho.