tú y yo somos tres

«La vida mía era la de mi amo»

FERRAN MONEGAL

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Parece que está causando malestar en diversos ámbitos el programa que está emitiendo Cuatro Palabra de gitano. Hasta el nostrat Consell de l'Audiovisual de Catalunya (CAC), al que a veces tanto le cuesta pronunciarse, se ha pronunciado. Afean a este programa que del pueblo romaní solo sacan los tópicos. Los estereotipos. Hombre, si quieren estereotipos, y además con mala baba, visionen el archivo del programa Callejeros, por ejemplo, donde suelen aplicar la mirada sobre el pueblo gitano circunscribiéndola exclusivamente al chabolismo, al mercadillo, o a las drogas. Eso sí que es un reduccionismo canalla. En Palabra de gitano practican una mirada respetuosa y fiable: nos retratan sus costumbres, sus tradiciones, sus fiestas, sus alegrías, sus momentos trágicos y también cómo piensan y cómo sienten. Esta semana nos han hablado del luto. La conmoción que significa para este colectivo la pérdida de una vida cercana. Nos han retratado el caso de la abuela Reineta, que desde que murió su marido, hace 18 años, no asiste a fiestas ni a bodas familiares, no ve la tele, no escucha la radio y todas las mañanas se va al cementerio de Huesca, se planta delante de la tumba de su esposo, habla con él, «como si estuviera en casa», y se marcha cuando cierran, a las seis de la tarde. «La vida mía era la de mi amo», contaba la abuela Reineta besando el bajorrelieve en bronce que adorna la lápida. Y esta expresión, «mi amo», efectivamente puede rechinar. Puede retrotraernos a tiempos medievales. Pero yo no me atrevo, ni soy nadie, para cuestionar los sentimientos de esta señora, sea gitana o sea paya. Ni quiero, ni debo, cicatear con las expresiones de una viuda que contaba el inmenso amor que sigue sintiendo por su esposo, aún 18 años después de su muerte. Ni tengo el más mínimo derecho a juzgar su relación sentimental con su difunto marido. Y desde luego ni siquiera estoy seguro si esa expresión -que a algunos tanto puede rechinarles-, «mi amo», es una literalidad, o más bien es una metáfora íntima y cariñosa que la abuela Reineta disfruta expresándola.

Llevo ya más de 20 años al pie de esta columna diaria de análisis, y conozco bien las trampas que a través de la tele se pueden perpetrar. Las estrategias que, disfrazadas de caricias, son brutales zarpazos. Y, francamente, no encuentro en este programa de tele, Palabra de gitano, nada que me rasgue las vestiduras. Ni nada que sea denunciable.