Dos miradas

Victoria amarga

EMMA RIVEROLA

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Al fin, Rajoy, el inmutable, el hombre impávido, la roca inconmovible frente a todas las marejadas, ha alzado su mano y ha frenado la contrarreforma del aborto. Después de más de dos años amenazando con la involución, después de acaparar debates y tinta, después de arrodillarse ante los obispos y dar la espalda a la mayoría social, después de demostrarnos que la voluntad de las mujeres no vale más que un táctico cálculo político, Rajoy aduce falta de consenso. O, lo que es lo mismo, miedo. Miedo a las movilizaciones, al conflicto, a la pérdida de apoyo en las urnas, a ese puñado de votos que le mantienen en el poder. Y ahí, sepultado en ese miedo, se queda toda la credibilidad ideológica de este Gobierno. ¿Qué pasa ahora con su acalorada defensa de la vida? ¿Y la protección del más débil? Si realmente creían lo que decían, ¿cómo puede ser que ahora rectifiquen en algo tan fundamental?

Un juego, ¿era eso? Dos años y medio jugando con las emociones y los derechos. Dos años y medio vomitando fundamentalismo, despreciando opiniones de expertos, haciendo oídos sordos al clamor de la calle. Un cínico juego en el que nosotras, las mujeres, éramos sus fichas. Simples peones. Piececitas de colores a las que mover a voluntad sin tener en cuenta su opinión. Rajoy, al fin, ha decidido que no nos roba nuestro derecho. Una victoria que, inevitablemente, tiene un regusto amargo. Nada está permanentemente ganado.