La clave

Víctimas de los 'influencers'

Quien siga a los que aspiran a marcar tendencias acabará como un 'ecce homo'

BERNAT GASULLA

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Antes de la era de las redes sociales se les llamaba líderes de opinión. Ahora, abducidos por Twitter, se les llama influencers. Son aquellos que no se conforman con seguir las tendencias sino que aspiran a marcarlas. Unos lo hacen a través de un blog o Youtube. Otros, simplemente vistiéndose. Les propongo un juego. ¿Cómo actuaría y qué aspecto tendrían un barcelonés o barcelonesa normalitos  que siguieran a pies juntillas el diktat de los influencers? Y mucho ojo: lo que hoy es lo más, mañana ya habrá caducado.

1. Pies. Comencemos por los pies. El fabuloso mundo de las chanclas no ha perdido gas, pero se han producido notables incorporaciones que compiten con las Havaianas, como los uggly shoes (zapatos feos, sic), las cangrejeras y las vertiginosas plataformas. Auguro muchos dolores de espalda a los fashions victims.

2. Piel. La moda de los tatuajes ha alcanzado incluso al modosito Messi, que empieza a parecer un guerrero polinesio. Ahora proliferan los motivos geométricos, con flechas y líneas rectas. Las más cuquis han optado por las pegatinas doradas que imitan pulseras y collares, mucho menos radicales.

3. Cabeza. Flequillo Flequilloes una de las palabras del verano. Rasuraditos por detrás y en los lados y pelazo (aquel que lo tenga) en el frontal. Los barbudos hipsters son cada vez más hippiesbarbas más largas y coletas imposibles.

4. Deporte. Admitámoslo. El running. Pone mucho más el patinete, no solo entre el público infantil, sino entre gente ya talludita. Comienzan a ser épicas las batallas entre adeptos del patinete, los patines, la bici de piñón fijo y acrobática y el monopatín.

4. Comida y bebida. Hay quien te mira como si hubieras matado a un gatito si comes productos con gluten aunque no seas celiaco. Es la nueva religión, junto con la de los veganos. Y, amigos, agárrense. Olvídense del vermut. Ahora vuelve la sangría.

La lista es torpe e incompleta. Pero permite una conclusión: quien siga a los influencers acabará como un influencersecce homo.

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