tú y yo somos tres

Viaje a Sicilia

FERRAN MONEGAL

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Después del sonoro, rotundo y autista «No» del Parlamento de Madrid, el tono muscular independentista invade TV-3 con más fuerza todavía. En el TN vespre del lunes, con esa tierna excitación de los niños cuando esperan que el Ratoncito Pérez les traiga un regalito, el presentador Toni Cruanyes nos decía: «El Consejo Nacional para la Transición ve probable que la Unión Europea ¡acabe aceptando un Estat Català independiente!», y nos detallaba en la enorme pizarra video-wall un cuadro muy bonito que ponía: «Los escenarios más probables son: uno, permanencia en la UE. Dos, adhesión ad-hoc, o sea, salir de la UE para volver a entrar rápidamente, enseguida».  ¡Ahh! La brisa de la ilusión cimbreaba a Cruanyes como el viento de garbí cimbrea los pinares de Canet cuando acaba el estío. También hemos notado una notable excitación en Miquel Calçada (Afers exteriors) durante su viaje por  Sicilia. Contemplando desde un mirador la costa de Taormina, le preguntó a Dino Cuttita, siciliano, guía turístico y fervoroso admirador de Catalunya: «Vosotros habéis sufrido 14 o 15 dominaciones, ¿es posible que en algún momento hayáis querido que Sicilia sea un Estado?». Y Dino contestó. «Es posible, sí..., pero no hay que olvidar aquellas palabras de Johann Wolfgang von Goethe, quien después de su viaje por aquí dijo: Italia, sin Sicilia, no se puede comprender. Es la clave de toda la historia de la península». ¡Ahh! Duro revés para Miquel; según Goethe, no cabe la independencia porque considera que Italia, sin Sicilia, no tiene sentido. En este viaje de Calçada nos ha extrañado que no invitase a Ramon Tremosa, economista y parlamentario europeo por la coalición CiU. Calçada siente por él gran afecto. Le ha acompañado varias veces en sus últimos viajes. Hace un par de semanas se fueron los dos a Waterloo, a ver de cerca aquel campo de batalla en donde Napoleón se estrelló. Contemplando el escenario, entre ambos se decían: «Antes, para cambiar las cosas se iba a la guerra. Hoy, las cosas se pueden cambiar con el voto». ¡Ahh! Qué hermosura. Otro día, paseando los dos por el Parlamento Europeo, Tremosa le dijo: «Aquí me consideran de izquierdas, en cambio en Barcelona el lenguaje más arcaico domina el paradigma político». ¡Ah! Eso es más peliagudo: en Bruselas izquierdista y en Catalunya derechista. No sabría decirles si este tremendo dimorfismo le complace o le preocupa.