Gente corriente

«Viajé a EEUU y allí fui 'au pair' en casa de Von Braun»

Licenciada en Historia. Que obtuviera el título con 70 años es solo otro ingrediente de su vida apasionante.

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MAURICIO BERNAL

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-Creo que tenía 40 años, más o menos, y un día, en Urquinaona, me quedé mirando a una gente mayor que estaba allí, contemplando las palomas. Sentados, simplemente mirando, sin más. Entonces me dije: «Almuth, así no vas a acabar. No te vas a quedar de brazos cruzados».

-Eso explica algunas cosas.

-Claro. Mire, todo está ligado: unos años después, un día, me di cuenta de que había estado 28 años en la misma empresa. ¡28! Y pensé: «Ya está bien. Voy a hacer otras cosas». Pedí la prejubilación y me apunté a un curso de estudios hispánicos. Siempre me había encantado la historia.

-¿Qué edad tenía?

-Sesenta y uno. Me gustaba tanto que saqué sobresaliente en todo. Y una vez, me acuerdo, se acercó un profesor y me dijo: «Almuth, ¿por qué no te metes a estudiar historia, historia de verdad?» Me proponía que hiciera la carrera. Y yo lo hice.

Almuth Gessner tiene 72 años. Nació en Kaliningrado, «en la Alemania comunista», y la mayor parte de su infancia transcurrió entre el hogar de sus abuelos en Dresde, un piso en Hamburgo y varios internados. Que con 4 o 5 años haya visto desde la distancia el exterminio de Dresde («no vivíamos en la ciudad; estábamos apartados, y recuerdo las llamas, a lo lejos») no es lo más extraordinario que guarda en la memoria.

-Mi padre, que era ingeniero, había trabajado una temporada en España antes de la guerra, y un día dijo que estaba harto de Alemania y que regresaba aquí. Así que nos vinimos todos. A Barcelona. Yo hice el bachillerato en el Colegio Alemán, y al terminar mi padre me dijo que debía irme, conocer mundo. Así que fui a Estados Unidos, a Alabama, a trabajar deau pair. A la casa de Von Braun.

-¿Von Braun? ¿Wernher?

-Sí. Mi padre lo conocía.

-Caray.

-Estuve un año allí. Por las mañanas trabajaba en la biblioteca y por las tardes me ocupaba de los niños.

-Los niños Von Braun.

-Sí. Como usted sabe, él trabajaba en la NASA. Bueno, pues un día invitó a cenar a un grupo de astronautas, los primeros que habían viajado al espacio. Su mujer se llamaba María, María von Braun. ¿Y sabe qué les dio de cenar? Alemanes hasta la médula: ¡espinacas con albóndigas! Pobres astronautas, comiendo esa porquería. Yo ya había vivido algunos años fuera y podía ver a los alemanes de otra forma, con distancia, y la verdad es que casi no me gustaban. Espinacas con albóndigas. Imagínese.

-No me haga reír.

-Un día me invitó a salir un chico. ¿Y sabe qué me dijo ella, María? Me dijo: «Este señor tiene que venir a buscarte, y presentarse, porque somos una familia que está expuesta a según qué cosas». En ese momento no caí en la cuenta, pero después entendí que se refería a temas de espionaje.

-¿Cómo era Von Braun?

-Un hombre muy culto.

-Me dijo que estuvo un año allí. ¿Todo el tiempo en Alabama?

-Bueno, después aproveché para viajar, y entre otros lugares estuve en Nueva York. Y quiero decir que allí me acogió la colonia judía. Y que me recibieron muy bien, con los brazos abiertos. Me trataron muy bien.

-Queda bastante claro.

-Es que quiero contarle algo: durante la segunda guerra, mi abuelo, que en su pueblo era como un teniente de alcalde, había ayudado a unas familias judías a salir del país. No en plan lista de Schindler, eran siete u ocho familias, pero los salvó, creo que les consiguió salvoconductos. Y dio la casualidad de que esas familias acabaron en Nueva York. Y quería contar esto porque quería decir también que me avergüenzo de ser alemana. Por todo eso que hicimos.

-Vaya. ¿Cuándo volvió a España?

-Más tarde, después de vivir en Francia y Alemania. Aquí trabajé en una editorial, luego en una farmacéutica y después en una firma de servicios jurídicos, como secretaria, aplicando sobre todo mis conocimientos de idiomas; en la práctica era traductora. Fue ahí donde estuve 28 años.

-Ya veo. Cuénteme, ¿ya tiene la licenciatura en Historia?

-Sí. Me quedaba poco para terminar cuando me detectaron un cáncer muy avanzado, y estuve un año en tratamiento. Pero lo superé y terminé la carrera. Y además, por mis notas, me dieron un diploma. Mire.

-Premio Extraordinario de Licenciatura. Caramba. Felicidades.

-Gracias. ¿Sabe qué? La vida... Hacerla más amena: eso está en nuestras manos.