Al contrataque

Viaje a las antípodas

ERNEST FOLCH

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En la larga lista de hechos diferenciales catalanes hay uno que merece entrar de pleno derecho en el ranking: las encuestas. Ante la sospecha de que el 9-N no se podrá votar, se suceden los sondeos, las preguntas, las especulaciones. Es lo que pasa cuando no se puede ir a las urnas: solo quedan los institutos de opinión. Este periódico publicó ayer una espectacular encuesta que muestra que la sociedad catalana está experimentando una sacudida profunda sin posible marcha atrás. Sí, nos dirán que es solo una encuesta, pero más allá de las cifras concretas marca tendencias realmente increíbles hasta hace muy poco.

Los primeros y grandes damnificados son los partidos que se autodenominan centrales pero que ya son percibidos como marginales, empezando por una Convergència que poco pintaría con menos de 30 diputados, un PSC inexistente y un PP en caída libre: los tres partidos de este statu quo que se derrite son percibidos como la copia desdibujada de otras opciones que simplemente conectan con lo que pide la gente. La vieja política se va, llega la nueva.

Dos revoluciones en marcha

La periferia se convierte en centro, y el centro en periferia: quizá en Catalunya lo extremista sea el federalismo, Barcelona World y la ley Wert, al revés de lo que nos quieren hacer creer. Por eso la lectura más novedosa que arroja la encuesta que conocimos ayer es que aquí están en marcha dos revoluciones que se superponen, se complementan y se retroalimentan: la revolución nacional y la revolución social. La primera es de sobras conocida, se manifiesta con un soporte masivo al derecho a decidir y tiene una aceptación aplastante: su éxito imparable, rozando ya los 100 diputados, es inversamente proporcional a las facilidades que da el Estado para que se pueda votar el 9-N. La segunda es el giro radical de la sociedad catalana hacia la izquierda o la extrema izquierda, con el ascenso imparable de ERC, el aumento de las CUP, el mantenimiento de ICV y la irrupción de Podemos, síntoma de una sociedad que ha quedado hastiada de tanta desigualdad.

El resultado es que en Catalunya solo serían posibles dos mayorías absolutas: la del derecho a decidir y la de la reforma social. Las dos interseccionan en muchos partidos, pero curiosamente el PSC, que no participa de la primera, y CiU, que no participa de la segunda, se dan el gran batacazo. Sí, guste o no, Catalunya es cada vez más separatista, roja y republicana. Es decir, la sociedad catalana ha cogido la mochila y se dispone a un viaje a las antípodas exactas del PP. Vigilen, porque mientras la vieja prensa hace loas unánimes a la Monarquía y a la legalidad constitucional, aquí una mayoría ha empezado a marcharse de muchas Españas a la vez. Paradójicamente, a cada nueva encuesta entendemos mejor por qué no nos dejan votar. Simplemente, no les gusta el resultado.