Dos miradas

El vestido

JOSEP MARIA FONALLERAS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hace unos años, cuando era pequeño, vivió la muerte de la abuela. Aún puede verla -es una imagen que la memoria ha empotrado en la piel- en la caja que los de la funeraria habían dejado en el suelo, en la habitación de en medio. Una amiga de confianza, poco antes, a primera hora de la mañana, había ido al piso a vestirla. Imaginaba la escena: con cuidado, había elegido uno de los vestidos de fiesta -no la bata de estar de casa- y, ya con la tirantez de la muerte, la había arreglado. Hacía tiempo que no pensaba en aquella escena. Hasta la fecha: en un tanatorio, un día luminoso de otoño, la ha vuelto a revivir. Esta vez el difunto es un hombre alto y con presencia, un hombre que ha amado a los suyos intensamente y que detrás de una juguetona ironía escondía un sentimiento de profunda humanidad. Ha sufrido y ha soportado su dolor y el de los otros, y ha hecho de padre más allá de sus hijos, en una familia que se mantiene unida por una sólida idea de dignidad.

Un empleado de la funeraria recibe los vestidos que la hija ha recogido con prisas del armario. Es una americana de tonos marrones, un pantalón de conjunto, una camisa rosada, con rayas, y una corbata que hace juego. El empleado traspasa una puerta con el colgador. Dentro, lo vestirán. Las cosas que tocó son ahora mortaja. En este gesto intrascendente y cotidiano se concreta un adiós que nos hace frágiles. Y es en la fragilidad donde fortalecemos lo que no muere: la ropa del recuerdo vivificador.