La clave

El verificador verificado

JUANCHO DUMALL

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La comparecencia, ayer, como testigos ante el juez de la Audiencia Nacional Ismael Moreno de tres de los miembros de la Comisión Internacional de Verificación del desarme de ETA revela hasta qué punto el proceso hacia el final definitivo de la organización terrorista se está jugando por unos y por otros con las cartas marcadas. Para empezar, no deja de resultar insólito que los verificadores, personas de reconocido prestigio y con experiencia en otros conflictos internacionales, hayan sido tratados por la fiscalía española casi como posibles colaboradores de una banda armada. Y por algunos medios de la derecha, como unos aprovechados que cobran 750 euros al día por un trabajo que nadie les ha pedido. Venían para ayudar, pero se han encontrado con un muro de ingratitud.

Pero también es cierto que de la declaración de ayer se desprende que la primera fase de la tarea de verificación del desarme de ETA se ha desempeñado con una ingenuidad, con un estilo naif, impropio de unos expertos a los que se les supone suficiente capacidad para saber con quién se juegan lo cuartos en cada momento. Admitir que dos encapuchados les enseñaron en un piso de Toulouse unas pistolas y que luego las metieron en una caja de cartón a la que le pusieron una pegatina y  se la llevaron es un relato que dice poco de la seriedad del proceso de desarme. Lo exiguo del arsenal anunciado el viernes restaba credibilidad a ETA. Pero el relato de los verificadores ante el juez aún echa más agua al vino.

El episodio de la declaración de los tres miembros de la comisión abre, por lo demás, una fisura entre el Gobierno vasco (el lendakari Urkullu respaldó ayer a los verificadores) y el Ejecutivo de Rajoy, que desconfía de esos intrusos. Mal asunto para llegar a un final ordenado de ETA.

Las víctimas

Apretado por  Vox (el partido de Ortega Lara) ante las elecciones europeas, el PP ha encontrado en este primer paso, chapucero y claramente insuficiente, el mejor argumento para descalificar las intenciones de ETA y mantener vivo el espíritu que le reclaman las víctimas y que, al parecer, da votos.