Venderse la ciudad

Es una pésima noticia para Barcelona que haya tanta inversión extranjera en la compra de pisos

JORDI PUNTÍ

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Los datos demográficos cuentan que, a principios de esta década, hubo un giro irreversible. Por primera vez, más de la mitad de la población mundial vivía en grandes ciudades. Mientras hace un siglo ocho de cada diez habitantes lo hacían en zonas rurales, en el 2014 un 54% ya estaban en ciudades y, según datos de las Naciones Unidas, la expectativa es que en el 2050 se llegue al 67%. El aumento se debe sobre todo a países superpoblados como China, Brasil o la India, que además han fiado su impulso económico al desarrollo urbano.

Cuando uno mira las cifras de Barcelona, no parece que estos cambios la afecten mucho. La población urbana ha descendido varios años seguidos, coincidiendo con la crisis, y solo repuntó un poco en el 2015. Quizá si jugamos maliciosamente con los datos, este aumento global de ciudadanos lo explicaremos gracias a los turistas, una cifra que no ha parado de crecer cada año, y que a menudo se exhibe como un récord olímpico. No, mucha gente ya no quiere vivir en Barcelona, solo quiere visitarla.

Hay más datos que pueden explicar la situación. Según un informe del Grupo Tecnocasa, el 42% de los pisos que se venden en Barcelona van a compradores extranjeros. La cifra aumenta cuando se cuentan los grupos de inversión foráneos. He aquí una noticia pésima para la ciudad. La mayoría de extranjeros compran como inversión, no para vivir, y al final acaban alquilando por temporada o como piso turístico. Así el mercado se encarece cada día, con unos precios que no obedecen a la realidad de Barcelona. De rebote, los pisos de alquiler escasean cada vez más y se encarecen. Si las instituciones no toman cartas en el asunto, acentuando la presión sobre los pisos turísticos ilegales, limitando los legales y llevándolos a otros barrios menos saturados por el turismo, un día nos despertaremos y comprobaremos que nos han vendido toda la ciudad.