La clave

La vedete y el asesino de Trotsky

Surrealista es que Ramon Mercader recibiera visitas de una actriz que deslumbraba al mundillo cinematográfico mexicano

JUANCHO DUMALL

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Luis Buñuel dejó dicho que México es un país surrealista. Lo cual, en boca del autor de El perro andaluz, es una aseveración incontestable. De hecho, en la veintena de películas que el director de Calanda rodó en aquel país latinoamericano hay escenas memorables en las que aflora una realidad onírica escondida en el subconsciente de los personajes. La última de esas situaciones surrealistas y aztecas no llega, sin embargo, del cine, sino de la prensa rosa y en forma de gran exclusiva: la actriz y cantante manchega Sara Montiel tuvo una niña secreta, concebida en México y cuyo padre fue nada menos que Ramon Mercader, el barcelonés que asesinó a León Trotski en agosto de 1940 en la casa de Coyoacán donde el revolucionario ruso vivía exiliado.

Surrealista es que Ramon Mercader, preso en la cárcel de Lecumberri, recibiera visitas de una actriz que había deslumbrado por su belleza a todo el mundillo cinematográfico mexicano. Surrealista es también que la diferencia de edad, 15 años, y de trayectoria vital -una actriz española que llegó a América con su madre procedente de la hambrienta España de posguerra, y un espía de Stalin, politizado al extremo y muy viajado- no fuera impedimento para que ambos personajes tuvieran una relación sentimental extraordinaria. Surrealista es que los médicos le dijeran a la actriz que la niña había nacido muerta y se la entregaran de tapadillo a un matrimonio de Valencia. Surrealista es que coincidieran una de las musas del régimen -una españolita que rodó en Hollywood con Gary Cooper y Burt Lancaster, o sea, que era lo más internacional que Franco podía exhibir- con un agente del mayor enemigo del Generalísimo, el sanguinario líder de la URSS hasta 1953. Y surrealista es, en fin, que la revista Lecturas sorprenda con el bombazo a estas alturas, cuando la diva lleva dos años muerta y el asesino del piolet es un recuerdo borroso.

Escepticismo

Sin ánimo de desacreditar el trabajo profesional de nadie, cabe ser escéptico ante una historia tan rocambolesca que difícilmente tendría cabida en una cinta de Buñuel o en un culebrón ambientado en el estado de Jalisco.