El revolucionario Valverde

El técnico del Barça sorprende a menudo con una lógica que el entorno azulgrana está aprendiendo

Valverde da instrucciones a sus jugadores en el Wanda Metropolitano.

Valverde da instrucciones a sus jugadores en el Wanda Metropolitano. / periodico

Sònia Gelmà

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No lo imaginen con greñas y una boina con estrella. No es el Che. Pero su forma de gestionar el equipo resulta revolucionaria respecto al pasado reciente. Tras tres años con Luis Enrique, Valverde nos sorprende a menudo con una lógica que el entorno azulgrana está aprendiendo.

No comparte, por ejemplo, las rotaciones masivas que se habían asumido como inevitables y que son tendencia en el fútbol moderno. Luis Enrique, por ejemplo, es un gran abanderado. Valverde, en cambio, no cumple con esa máxima de que no se puede repetir el mismo bloque a cada partido, o –como se pudo comprobar en el  Metropolitano-- que después de compromisos internacionales es mejor utilizar los jugadores que no han viajado.

Fiel a lo de toda la vida

Aunque parezca un contrasentido, Valverde es un revolucionario por ser fiel a lo de toda la vida. Porque lo revolucionario no tiene por qué ser moderno. Y así, disfrazado de esa normalidad aparente, el Barça se ha encontrado con un entrenador a quien no le importa contradecir rutinas ya asumidas.

No se limita solo a la gestión de los minutos. ¿O acaso no es revolucionario dar entrada a André Gomes ante el Atlético?

Pero su particular libreto no se limita a la gestión de los minutos. ¿O acaso no es revolucionario dar entrada a André Gomes ante el Atlético de Madrid? No por la calidad en sí del portugués, sino porque no había sido titular en un solo partido de Liga. Apareció para jugar de inicio en el partido más exigente en lo que va de campeonato.

Valverde mantuvo su apuesta todo el partido, a pesar de que si aquello hubiera sido un concurso popular abierto a los aficionados, el portugués hubiera sido nominado y expulsado antes de que tocara el balón.

Pero lo más contracultural en el Barça de los últimos años es que los cambios aporten alguna cosa, aparte de descanso para el jugador que deja el campo. Y eso lo ha conseguido Valverde, que si bien no ha encontrado una pieza a la que dar continuidad en el extremo, sí que ha convertido a Denis, Deulofeu o Paulinho en revulsivos con valor, capaces de cambiar el signo de un partido. Un recurso que a menudo se había echado de menos en el Barça de los últimos tiempos.

Atrevimiento para mover al equipo

Toda la prudencia que Valverde demuestra cuando confecciona un once sin grandes cambios, es atrevimiento cuando toca mover el equipo. El técnico no repara en titularidades para Iniesta, por ejemplo, pero tampoco en enseñar su dorsal en las sustituciones. Así es como descansa el manchego.

Valverde ha cambiado algunas de las normas básicas aprendidas en los últimos años. Mientras como el de que las rotaciones son necesarias o que cuando el entrenador mira al banquillo, nada mejora lo que hay dentro. Lo que se mantiene impertérrito, en lo que coincide con sus antecesores, es en la prioridad de que Messi se sienta a gusto. He ahí la clave, toda revolución tiene un límite