La clave

Valencia, alfa y omega de Rajoy

El presidente del Gobierno en funciones Mariano Rajoy.

El presidente del Gobierno en funciones Mariano Rajoy. / periodico

ALBERT SÁEZ

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En junio del 2008, Mariano Rajoy llegó agónico al congreso del Partido Popular que se celebró en Valencia. Venía de perder sus segundas elecciones frente a Zapatero. El aznarismo mediático lo daba por muerto desde que abandonó la defensa a ultranza de la conexión etarra del 11-M. Mientras ellos seguían con la mochila de Vallecas, le bautizaron como "maricomplejines". La mismísima Esperanza Aguirre estuvo a un tris de disputarle la presidencia. Pero, finalmente, Rajoy arrasó en el congreso gracias, entre otras cosas, al apoyo incondicional del PP de Valencia. El Camps de la Gürtel y la Barberá del 'Ritaleaks' le brindaron los votos de sus incondicionales para, entre otras lindezas, aupar a Luis Bárcenas a la tesorería del partido. Rajoy no solo salió vivo de aquel congreso sino que se hizo con el control absoluto de la maquinaria de Génova para hacer y deshacer en todas las baronías del partido. 

Este viernes, la cara de Rajoy vuelve a ser agónica. El tsunami de la corrupción del PP valenciano le ha pillado en plenas maniobras navales para lograr la investidura en el último minuto. Le dio la vez a Sánchez y mientras se sentó a ver pasar su cadáver quedó petrificado por dos de sus frases lapidarias: "Sé fuerte, Luis", le escribió a Bárcenas. "Yo te quiero Alfonso, coño, te quiero" le dijo a Rus en un mitin de sobremesa etílica. Estos días, cada vez que abre la boca para proponer pactos, le cae encima la losa de la mierda del partido que controló gracias a los populares valencianos. 

LA SALSA CORRUPTA

El PP, hoy, está hecho añicos. La otrora poderosas baronías de BalearesValencia y Madrid están empozoñadas por Nóos, la Gürtel, la Púnica y Ritaleaks. No son garbanzos negros sino la salsa de intereses espúreos con la que se ponía y quitaba secretarios generales. Curiosamente, solo quedan en pie Galicia (Núñez Feijóo) y Andalucía (Arenas). En tres semanas, el caballo blanco de Santiago podría cabalgar hasta Madrid. Los diarios y las televisiones de la derecha le esperan y le jalean. Todo apunta que la debilidad de Rajoy es tal que ni siquiera podrá saborear el harakiri de Sánchez si Podemos no lo remedia.