¿Ya no vale Luis Enrique?
Albert Guasch
Periodista
ALBERT GUASCH
'¿Fin de ciclo?’, nos atrevimos a plantear ayer en este diario en portada. ‘Señalado’, apuntó en su titular el Sport. Alusiones directas a Luis Enrique. No fueran ni mucho menos las únicas. Fue ampliamente declarado culpable de la debacle de París. Y la idoneidad de prescindir de sus servicios ha emergido con fuerza. Hasta ahora parecía que había que estar a expensas de sus ganas de continuar. Vuelta completa a la situación, al menos para la opinión publicada y con micrófono. ¿Ya no vale Luis Enrique?
La de París fue más que una derrota. El pálpito general es que va a recoger velas. Públicamente pareció cuestionado por algunos de sus propios jugadores, como Busquets, futbolista al que se le atribuye criterio táctico. Y aun así, conocido su carácter impulsivo, no sería descartable que a la vista de las críticas se suba pasado mañana al despacho del presidente Bartomeu a estampar una firma furibunda. Y no hay duda de que el club, pese a la tempestad, le extendería la pluma estilográfica. Y es más, buena parte de la grada del Camp Nou, aún hoy, celebraría el acuerdo. Siempre ha contado con mucho predicamento social el entrenador.
Otra cosa es que ello fuera lo conveniente. Obviando las supuestas ventoleras y las heridas en el orgullo, parece que Luis Enrique se encontraría procesando aquella idea de Guardiola de irse a tiempo. Marcharse antes de «prendre mal», dijo el actual jefe del Manchester City. Conocer el momento de la llegada de la fatiga en las relaciones con el vestuario forma parte del aprendizaje de cualquier preparador, en particular de los pocos que pueden elegir su destino.
{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Existen evidencias","text":"\u00a0del desgaste entre el t\u00e9cnico y el vestuario despu\u00e9s de tres a\u00f1os de \u00e9xitos plet\u00f3ricos"}}Existen evidencias del desgaste después de tres años recorridos entre éxitos pletóricos. Si los futbolistas han dejado de articular los mecanismos colectivos básicos del juego durante demasiados partidos de la temporada, es que las consignas estratégicas desde el banquillo no llegan y que el mensaje emocional no cala. Se puede responsabilizar más a los propios jugadores. Sin duda. Pero todo el mundo estaría de acuerdo en que las piezas esenciales del once titular deben continuar.
Bajo sospecha
A diferencia de otras épocas, no hay vacas sagradas que sacrificar. A nadie se le ocurriría proponer la baja de un miembro del tridente, por ejemplo. Así que apuntalar un par de posiciones y mejorar el banquillo (sí, el banquillo más caro del fútbol europeo) debería bastar en un principio. Y puede que con otro entrenador que active una nueva dinámica. Salvo milagro liguero.
Pese a sus éxitos, a Luis Enrique le ha rondado a menudo cierta sospecha sobre su altura, olvidándose las múltiples prestaciones que se le exigen al jefe del Barça y que van mucho más allá de garantizar unos máximos de competitividad. Como controlar el entorno, la directiva y el vestuario. Y se le ha reprochado, por ejemplo, su poca capacidad de modificar los partidos que avanzan torcidos. Este año se ha notado más. O puede que se le escuche menos. Malo en cualquier caso.
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