La salud y la educación alternativas

Vacunas y 'homeschooling'

Hay que respetar el ámbito de decisión de padres que forman a sus hijos en casa y no en la escuela

MARÇAL SINTES

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Como ya es conocido, a principios de mes, en Olot, un niño de 6 años cayó enfermo de difteria. Enfermó porque sus padres no lo habían vacunado. ¿Por qué no lo hicieron? Pues porque alguien los convenció de que no era necesario, que eran más los perjuicios asociados a la vacunación que las ventajas, dado que afecciones como la difteria resultan muy poco corrientes.

Entre los médicos no existe debate sobre la cuestión. Todo el mundo está de acuerdo en la necesidad de vacunar. Pero vacunar no es, en este país, obligatorio. Eso da juego a los que predican esotéricas teorías como las que llevaron a los padres de Olot a cometer la fatal equivocación. Hay otros profetas que se oponen a las vacunas porque tras ellas vislumbran una conspiración de políticos y farmacéuticas para llenarse los bolsillos. La capacidad humana para la confusión es infinita, prácticamente incalculable, como prueba el caso de la monja Teresa Forcades, que no pudo evitar meter baza también en esta polémica.

El caso es que si no hay enfermos de difteria en países como el nuestro es porque casi todos los padres deciden vacunar a sus hijos. A los que no protegen a sus hijos tampoco les suele pasar lo que le ha pasado a la familia de Olot, pues la inmensa mayoría sí lo hace.

Es fácil ver que no vacunar es una grave imprudencia que no se limita al ámbito de una familia, sino que afecta directamente al resto de ciudadanos. Por lo tanto, es una decisión que trasciende, que escapa visiblemente, el ámbito de decisión individual. De hecho, ocho niños son portadores de la bacteria de la difteria porque estuvieron en contacto con el niño enfermo. Por suerte, estos niños sí estaban vacunados.

El caso de Olot ha levantado un cierto debate sobre si se debería obligar a los padres a vacunar, cosa que ahora no ocurre. Muchos médicos se han pronunciado en contra. No porque crean que no es importante vacunar, sino porque, mientras casi todo el mundo haga lo que es sensato, no es necesario, consideran, recurrir a medidas de tipo coercitivo.

La fricción entre la libertad individual y los derechos de los demás que presenta el triste suceso me ha llevado a pensar en un asunto que presenta algunos paralelismos con este, pero que, en mi opinión, no es igual. Hablo de los padres que optan por enseñar a sus hijos en casa, que no llevan a sus hijos a la escuela. Es una práctica que en inglés se llama 'homeschooling'.

A primera vista podría parecer una situación análoga. Se trata de padres que deciden legalmente sobre sus hijos en relación a un tema sin duda fundamental, antes la salud, ahora la enseñanza. Y que van a contracorriente de lo que hacen los otros padres y de lo que está previsto por parte de las diferentes administraciones.

Sin embargo, una y otra cosa son diferentes. Y no solamente porque en el primer caso puede peligrar la vida del niño. También lo son vistas desde el punto de vista del perímetro de la libertad, de sus fronteras.

Fuera de la escuela

Cuando hablamos de padres que, sea lo que sea (y aquí las razones son muchas y variadas), consideran que su hijo recibirá un mejor enseñanza fuera de la escuela -en casa, con el refuerzo de clases particulares, con actividades extraescolares...- están actuando exclusivamente en el ámbito que les es propio, esto es: su decisión afecta exclusivamente a su hijo, sobre el que tienen no solo el derecho y la legitimidad de decidir, sino también la obligación.

Es cierto que enseñar no está al alcance de las capacidades y los recursos -de tiempo o de dinero- de todos. Es por este motivo que en muchos países se establecen mecanismos para garantizar que los niños que siguen esta práctica alcanzan las competencias y los conocimientos que corresponden, y para que puedan obtener las correspondientes certificaciones.

En contra de los que abogan por impedir el 'homeschooling', soy, en este caso -y al contrario que en el de las vacunas- partidario de respetar de entrada el ámbito de decisión de los padres. Y de intervenir, en su caso, cuando se detecte que el niño no está recibiendo la formación adecuada.

Desgraciadamente en nuestro país las familias que han apostado por esta vía viven la incertidumbre que provoca el vacío legal existente, toda vez que no existe una regulación específica. Una carencia que sólo se entiende por dejadez, por miedo a la libertad o para impedir que la tendencia -actualmente en todo el Estado hay unas dos mil familias que han optado por la enseñanza en casa- se dispare, espoleada, entre otros factores, por el nivel en general decepcionante de nuestro sistema escolar.