ARTÍCULOS DE OCASIÓN

Vaciar las cajas

TRUEBA

TRUEBA / periodico

DAVID TRUEBA

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En la magia, como todo el mundo sabe, existe una enorme ingeniería en torno al vaciado de cajas y espacios invisibles. Los espectadores creemos en la magia porque es una obligación. Cuando asistes al espectáculo de un mago tratar de encontrar el truco es tan bobo como ir a misa y preguntarte por la base científica de la transubstanciación en pan y vino. Se cree y en caso de no hacerlo, lo mejor es ahorrarse la entrada. Lo sorprendente es que la realidad bancaria española trate de generar un espacio de sombra parecido al de la magia y nublar nuestro entendimiento. Por eficacia del calendario electoral, los tiempos del apocalipsis y la expulsión del euro en la debacle económica han pasado. Ahora estamos instalados en otro estado de ánimo, labrado por el gobierno desde los medios adyacentes. Y en general a la mayoría de nosotros nos parece bien, porque para sufrir ya tenemos otros asuntos. Sufrir por lo que no dominamos es un exceso de empatía, dejemos que sean otros los que padezcan el miedo y la euforia, nosotros a lo nuestro.

Pero si algo se queda en el baúl de las ocasiones perdidas es el análisis detallado del vaciado de las cajas y bancos. Sabemos algo, demasiado poco, por mails descubiertos, sobre el robo masivo en Bankia, y de alguna caja nos llegaron los ecos de sueldos millonarios y pensiones más que jubilatorias, jubilosas. Pero nunca llegamos a ahondar en lo sucedido. El rescate bancario, una urgencia que como todas las urgencias a veces se cierra con puntos de sutura demasiado precipitados, nos colmó de dicha. No se hundieron los bancos y eso es una suerte maravillosa, no hace falta explicar por qué. Ahora bien, conocer el modo en el que algunos se hicieron ricos a partir de lo que creíamos que era una gestión bancaria transparente no deja de ser un espectáculo que nos gustaría mirar. En este caso, sí tenemos derecho a apreciar el truco. No es fácil, porque cada sucursal tenía su estilo y cada directivo, sus prioridades y amistades.

Existen unos puntos de conexión que hacen interesante la participación de los comisionistas, los tasadores y los ejecutivos inmobiliarios. A raíz del salvamento público y reventa a manos privadas de Caja Duero, hemos sabido que una forma de actuar habitual era tasar los edificios que compraban por encima de su precio. En este inflado se desviaba dinero para todos los participantes. Algo así como un engorde fraudulento que reparte pellizcos para todos los implicados. Las cajas y bancos no se vaciaron por efecto de la crisis, ni tan siquiera por la morosidad de tanta gente que perdió el trabajo y la fuerza para seguir pagando su hipoteca. La razón principal fue el desvío indirecto de dinero a los bolsillos de muchos de sus directivos, familiares e intermediarios. La búsqueda de ese rastro de dinero tiene que ser una prioridad del sistema judicial y las autoridades bancarias y tributarias. De esta manera, tendríamos al menos una buena razón para seguir mirando el futuro como algo más digno que la prolongación parcheada de un pasado nefasto. No fue un accidente, fue un robo. Si lo aceptamos como magia o transubstanciación habremos hecho un flaco favor al país y a nuestra fe en él.