El derecho al ocio educativo

Vacaciones para ricos y para pobres

Es necesario velar por que las colonias y los campamentos no se conviertan en productos de lujo

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CARLES BARBA

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Hace un par de semanas que se iniciaron las vacaciones escolares, un larguísimo periodo hasta la vuelta a la escuela. Son 12 semanas, tres meses, una cuarta parte del año. Una inmensidad. Cada vez hay un mayor número de familias conscientes de que este descanso tiene unas posibilidades educativas enormes y que no solo se trata de solucionar el problema de qué hacemos con los hijos, ya sea con el recurso de los abuelos o del pueblo, sino que se trata de buscar lo mejor para ellos y su desarrollo.

El problema de fondo es que la financiación de las actividades de ocio en verano depende del presupuesto familiar y por tanto, su acceso está limitado, o directamente vetado, para una gran parte de la población catalana. El Síndic de Greuges, Rafael Ribó, lo advertía el pasado 6 de junio en un extenso y contundente informe presentado al Parlament sobre el derecho al ocio educativo de los niños, acompañado de las entidades que trabajamos en el ámbito de la educación en el ocio y el deporte en Catalunya. Este derecho no está garantizado para muchos niños.

El informe recuerda que el artículo 31 de la Convención Internacional sobre los Derechos de los Niños, que este año celebra su 25º aniversario, establece el derecho al juego, el ocio y el deporte de los niños. También señala que tanto el Estatut como las leyes de educación y de infancia de Catalunya incorporan la obligación de los poderes públicos tanto para establecer las condiciones de calidad en que se han de desarrollar las actividades como para garantizar el acceso de toda la infancia.

Ribó ha explicado estos días que varios estudios de referencia, de ámbito local e internacional, y las opiniones de los expertos indican la importancia educativa del ocio. Que la educación no es exclusivamente lo que ocurre en el aula y que los espacios no curriculares, tanto dentro como fuera de la escuela, resultan decisivos en el crecimiento, el aprendizaje y la educación de los niños. Paradójicamente, la mayor parte de recursos y de políticas públicas se centran en lo que sucede dentro del aula.

El Síndic ha recordado que los poderes públicos tienen la obligación de garantizar el acceso de todos y ha emplazado a las administraciones a tomar buena nota de este hecho. El informe termina con un paquete de recomendaciones para desarrollar estrategias y así garantizar la calidad y la equidad en el acceso al ocio para todos los niños.

Pero el informe del Síndic señala algo todavía más grave. Hoy, y más aún con la crisis, las mayores desigualdades se producen en el mundo del ocio. En este espacio se está generando una nueva dualidad y una nueva brecha social entre los niños.

Los niños socialmente favorecidos tienden a participar más en las actividades de tiempo libre. El informe constata que, por clase social, la distancia en la participación en las actividades extraescolares entre los grupos ocupacionales más bien posicionados y los menos bien posicionados es de más de 30 puntos porcentuales.

En el caso del verano, lo estamos constatando, dado el volumen y el coste de la actividad, esta brecha se hace aún más grande y se consolida con una nueva tendencia: hay vacaciones para ricos y vacaciones para pobres.

Como es conocido, las administraciones públicas y muchas entidades como la Fundació Catalana de l'Esplai (Fundesplai) hemos activado nuevos dispositivos para dar respuesta a las nuevas necesidades, algunas de ellas para atender las alimentarias más básicas. Campañas y estrategias para garantizar el acceso de todos.

pero EXISTE la paradoja de que determinadas políticas públicas, con la voluntad de facilitar la equidad, generan efectos contrarios y fomentan y consolidan espacios de desigualdad. Se ha generalizado por ejemplo, la práctica en muchos ayuntamientos de otorgar becas para los centros de verano y denegar al mismo tiempo las de colonias o campamentos, con el argumento de la eficiencia económica.

La consecuencia es que los niños de familias que se encuentran en situación precaria no van de colonias mientras que aquellos que están en una situación acomodada tendrán la experiencia educativa de convivir y disfrutar de un nuevo entorno natural y unas actividades imposibles en la ciudad.

Curiosamente los campamentos y las colonias se han convertido en un producto de lujo. Empieza a ser demasiado frecuente que haya compañeros de un grupo que se queden en casa y el resto se marche de colonias, de campamentos o de intercambio. Es preciso estar atentos en las políticas sociales para no generar nuevos guetos y consolidar las desigualdades.