ANÁLISIS

Va por usted, Majestad

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Se lo perdieron el Rey, el nuevo Rey, el moderno Rey, y también Mariano Rajoy. Se lo perdieron cuando, lo siento, o no, tenían la obligación de estar allí. Sé, porque lo oí la otra noche en una radio de Madrid (que hizo una encuesta en la que votaron 13.780 españoles y el 72% querían que ganase la Juve), que demasiados españoles querían que perdiese el Barça. Hasta el madridista deportado a Turín, Álvaro Morata, había prometido marcar para poder enarbolar la bandera española, pero la bandera que conquistó Berlín y derribó el muro 'bianconero' fue la senyera de Xavi, que se va a prejubilar en Catar con 25 títulos en el bolsillo y viendo como su amigo del alma, Iniesta, es proclamado mejor jugador de la final y poseedor, también Andresito, también, de cuatro Copas de Europa.

Era una noche de fútbol, era una noche reconciliadora, una velada oficial, de todos y, muy especialmente, del fútbol español, del campeón español que, para alcanzar la cima del cielo balompédico, tuvo que eliminar a todos los campeones habidos y por haber: al campeón inglés, al campeón francés, al campeón alemán y al campeón italiano.

Puede, sí, que al Rey le diese pereza ir a Berlín o que el todavía presidente del Gobierno pensase que allí, junto a Artur Mas, que le amarga la existencia a diario, no se le había perdido nada. Pero el campeón de campeones merecía esa presencia, esa presidencia y, sobre todo, ese honor. Puede, sí, que nadie los encontrase a faltar, pero debían de haber estado en el Olímpico de Berlín, sí.

Como demostró Piqué al concluir el partido al vestirse de novia con la red de la portería en plan capa nupcial, un partido inolvidable, aunque el Barça ya empiece a acumular más Copas de Europa en color que el Real Madrid en blanco y negro. Fue una final que demuestra que quienes pregonaron, y lo hicieron con fuerza, que el ciclo había cambiado, se equivocaron. Ganar cuatro de las últimas 10 Champions es todo un récord, un hito y demuestra que el mejor equipo español es, también, el mejor equipo del mundo.

Va por usted, Majestad.