Pequeño observatorio

La utilidad de saber aburrirse

En los necesarios tiempos de soledad se puede aprovechar para la renovación de ideas

JOSEP MARIA ESPINÀS

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La soledad puede aburrir. También la monotonía de un libro, una pesada obra teatral, también una  película. Aburrirse no es, en principio, una situación agradable. El poeta Torcuato Tasso explicó el remedio que nos puede proteger del aburrimiento. Propuso lo siguiente: «El sueño, el opio y el dolor». Sobre todo el dolor, dice, porque el hombre, mientras sufre, no se aburre absolutamente nada. Es evidente. Pero tampoco se debe divertir mucho. Si el sufrimiento es lo suficientemente fuerte y constante, con el dolor se olvidan muchas cosas que nos parecen secundarias o insignificantes.

Pero dejemos de lado las situaciones dramáticas y volvamos al principio. La soledad puede aburrir pero también puede ayudarnos. Depende de la capacidad de estar solos y de acceder y de aceptar la soledad como una oportunidad. ¿Una oportunidad para qué? Creo que la propuesta no se puede hallar en una fórmula que sea programable. «Hoy me administraré una buena dosis de soledad».

No digo que esta actitud sea siempre posible. Hay investigadores científicos, ermitaños, artistas que, forzados o por voluntad propia, dedican muchas horas, o muchos días, a una soledad que les es profundamente satisfactoria. Incluso vital.

Estoy convencido de que todo el mundo necesita un tiempo de soledad más o menos frecuente, una soledad que es más o menos regulada y con vinculación a la sociedad. El tiempo de soledad no les aburre. En este periodo de no contactos se puede poner en marcha un mecanismo de renovación de ideas, o simplemente aprovechar la pausa como una herramienta de recuperación. Incluso esta pausa puede ser una oportunidad creativa.

No parece que sea este el caso de la diputada del PP Celia Villalobos, que mientras se desarrollaban los discursos en el Congreso de los Diputados utilizaba su ipad para jugar al Candy Crush. Resulta muy recomendable aprender a aburrirse.