Al contrataque

Urnas peligrosas

ERNEST FOLCH

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Es probable que también usted, lector, se esté enterando en estos mismos momentos de que Isabel García Tejerina es el nombre de la ministra de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Y es que no debe ser fácil combinar dos títulos tan honorables y a la vez antagónicos como el de ministra y persona anónima. Cuando ya parecía que había logrado esta gran proeza, la ministra soltó en un programa de televisión, acerca de Grecia, la frase que la sacó por un segundo de su propia irrelevancia: «Ojo, porque las urnas son peligrosas».

Consumada la fuga feliz de Wert, hay en el Gobierno una inquietud por ver quién adoptará el rol de ministro-tertuliano: nunca habríamos sospechado que haría oposiciones para el cargo esta ministra que, tras su alegato de terror con la democracia, nos recordó que, es textual, «cada uno de nosotros tiene una deuda personal con Rajoy» por sacarnos de la crisis. Esta traca de ocurrencias confirma que lo verdaderamente peligroso para un pobre es encontrarse con otro pobre que se cree que ya no lo es. Porque de todos los países europeos ninguno ha maltratado más a la pobre Grecia que la pobre España.

Cuando Tsipras ganó las elecciones, en lugar de una felicitación se encontró con un recordatorio de su deuda por parte de este De Guindos que parece añorar los tiempos felices en que era el presidente regional de Lehman Brothers. Y cuando el referéndum parece inevitable, Rajoy en persona se lanza a hacer campaña en contra de todo lo que diga Tsipras e implora su caída sin ningún rubor. El entusiasmo con el que estos nuevos ricos arruinados se han lanzado con su rojigualda a la yugular de los nuevos pobres helenos solo se entiende desde la premisa que el PP ha iniciado una de sus clásicas transposiciones políticas, que consisten en atacar al destinatario real a través de su metáfora.

No es Syriza, es Podemos

Porque el ataque a Tsipras es exactamente simbólico: la jauría de dirigentes rabiosos quieren cobrarse su cabeza porque sueñan que así se cobrarán la de Pablo Iglesias por persona interpuesta. Es decir, no es ni ha sido nunca Syriza: es Podemos. Por eso son ridículos todos estos esfuerzos por hacernos creer que el asunto griego debe explicarse en las páginas de Economía, y hay que ver con que entusiasmo los escribas del sistema nos repiten cada día este cuento de hadas según el cual hay que devolver lo que se debe. A estas alturas, la crisis griega no tiene por supuesto nada que ver con la economía y quizá ni siquiera con la política, sino simplemente con una primitiva cuestión de poder. No se trata de ver quién paga, sino quién manda. Se habla de dinero para no hablar de democracia, a ver si se confirma por fin que un billete pesa más que un voto. No, si al final resultará que la tal García Tejerina tenía razón. Ojo, porque las urnas son peligrosas.