Los jueves, economía

Unión bancaria, nuevo comienzo

La cesión de soberanía que implica este paso iguala, si no supera, la de la creación del euro

JOSEP OLIVER ALONSO

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La pasada semana comenzó la fase definitiva de la unión bancaria. Ahora se evaluará la calidad de los activos más problemáticos, para lo que el Banco Central Europeo (BCE) ha publicado las reglas que permitirán homogeneizar su revisión. Los resultados de este ejercicio,  junto a los que emerjan de los tests de estrés, servirán de base para decidir qué bancos precisan recapitalizaciones o cuáles no podrán continuar su actividad. El análisis del BCE afecta a unos 3,7 billones de euros, básicamente los activos más problemáticos de los 128 bancos más importantes de Europa, los de nivel 3. Estos son los más complejos de valorar dado que no existe mercado que permita determinar su precio, porque son únicos o su mercado ha dejado de funcionar.

LOS EFECTOS DE este ejercicio, el más ambicioso jamás iniciado por la Unión Europea desde 1999, se han dejado sentir ya tanto en las decisiones de algunos bancos centrales como en el reconocimiento de pérdidas ocultas por parte de bancos individuales. Aquí, el Banco de España ha venido insistiendo en la necesidad de reducir el elevado volumen de refinanciación de créditos dudosos, al tiempo que ha aconsejado no distribuir, más que parcialmente, el beneficio del 2013, a la espera de lo que pueda acabar emergiendo. En Italia, otro país bajo el foco del BCE, su primera institución, Unicredito, ha reconocido pérdidas en activos problemáticos por unos sorprendentes 14.000 millones de euros. Con ello limpia su balance y se apresta a pasar los ejercicios de revisión de la calidad de sus activos y los tests de esfuerzo.

El carácter aparentemente técnico de estos análisis explica, probablemente, la escasa atención que ha mostrado la ciudadanía hacia un proceso que determinará el futuro de la UE. Porque esta unión bancaria, que comenzará en noviembre próximo una vez concluidos los ejercicios en curso, es un salto adelante crucial para esta Europa que todos deseamos. Y, si fracasa, la Unión no saldrá indemne. Y ello por diversas razones.

En primer lugar, porque en el trasfondo de la crisis subyacen los estrechos vínculos de la pareja deuda pública / sistema financiero. Sin avanzar en la unión bancaria es imposible romper el círculo vicioso de recapitalización bancaria, deuda pública para financiarla, compra de la misma por la banca de cada país y creciente interrelación entre sector público y sistema financiero nacional. Si uno cae, cae el otro. Este ha sido el nudo gordiano que ha hecho tan difícil resolver adecuadamente la crisis del euro en países como España o en otros de la periferia.

En segundo término, porque la existencia de un supervisor único aleja a los grandes bancos nacionales de su tradicional regulador, haciendo más difícil la presión que ejercen sobre las autoridades de cada país. Y tienen argumentos para esa presión: las grandes instituciones financieras del continente, como en otras partes del mundo, son demasiado grandes, y demasiado interconectadas, como para dejarlas caer. Va a ser todo un cambio, para cualquier gran banco europeo, el hecho de que, en lugar de descolgar el teléfono y llamar al gobernador de su banco central, tenga que hacer lo propio con el regulador europeo.

Y finalmente, porque solo con un supervisor único, con el mismo manual para evaluar idénticos riesgos en distintos países, y con el mismo criterio de dureza, podrá la banca recuperar la confianza perdida por las posibles pérdidas ocultas en sus balances.

POR TODO ello, se espera dureza de este análisis. Mario Draghi ha avanzado que algunas instituciones pueden no obtener el aprobado. Ahí el BCE se juega su reputación. Y tenemos una mala experiencia: los tests de estrés que, hace tres años, efectuó la Asociación Bancaria Europea permitieron casi a toda la banca pasar el examen con holgura. Y ello solo para ver cómo, en pocos meses, algunas de las instituciones que aprobaron tuvieron que ser salvadas con el dinero del contribuyente.

Jamás en la historia de las finanzas internacionales se ha efectuado un ejercicio como el que ahora entra en su recta final. La cesión de soberanía que implica iguala, si no supera, la de la creación del euro. De su correcta solución dependerá la clarificación de la confianza, el inicio de la deseable separación entre deuda pública y sector financiero y la recuperación del crédito.

Como otras veces en el complejo proceso europeo, ha tenido que ser la crisis la que ha impuesto finalmente una unión bancaria compleja, que tardará 10 años en completarse y para la que el final no está escrito. Pero hoy felicitémonos. Es un nuevo comienzo. Ojalá que no se tuerza y que en el 2026, cuando todo debería estar finalizado, podamos contemplar estos turbulentos años como los que parieron los Estados Unidos de Europa.