MIRADOR
Una verdad incómoda
El próximo jueves, mientras en el Parlament se vota otra iniciativa soberanista, la figura política más importante de la Liga Norte, Roberto Maroni, viajará a Barcelona en calidad de presidente de la Región Lombardía para presentar la Exposición Milán 2015. Es probable que en algún momento se reúna con Artur Mas y que exprese un apoyo entusiasta a la consulta. Será una de las pocas declaraciones favorables en estos momentos en que el Govern intenta internacionalizar el proceso, lo cual debería incomodar a muchos habida cuenta de los tintes xenófobos de la Liga Norte, sus alianzas hasta hace poco con Silvio Berlusconi y un sinfín de escándalos de corrupción que han afectado al propio padre del movimiento padano, Umberto Bossi. En Europa solo la derecha más populista, euroescéptica e identitaria ve con buenos ojos la secesión catalana. Le parece que abre una oportunidad para desestabilizar el proyecto europeo y cargarse la moneda única. La izquierda y los progresistas en general son contrarios, pues creen injustificados los argumentos económicos que esgrime el independentismo y lo asocian a otras revueltas fiscales insolidarias.
La causa soberanista cuenta en Europa con muy pocos aliados. Es una verdad incómoda que Oriol Junqueras y Artur Mas se niegan a reconocer, y que los medios de comunicación de la Generalitat intentan esconder hasta el punto de convertir en éxito lo que son clamorosos fracasos, como la famosa carta del president a decenas de dignatarios europeos e internacionales. Ha sido una iniciativa muy deficiente, incluso en sus detalles, fruto de la improvisación, pues respondía a un objetivo principalmente de propaganda interior. Fíjense que se hizo pública pocos días antes de que se descartase la entrada de ERC en el Govern. En los próximos meses, Mas va a esforzarse por aparecer al mismo tiempo como paladín de la consulta e independentista genuino. Quiere dejar de ser visto como la copia de Junqueras. Su estrategia es capitalizar los réditos de la negativa española a la consulta de cara a unas probables elecciones anticipadas.
Que España haya salido de la zona de mayor peligro, que ya no necesite un rescate económico, y que vuelva a financiarse en los mercados internacionales tampoco es una buena noticia para el independentismo. Sus mayores esperanzas estaban en el cuanto peor, mejor. Por eso Jordi Pujol, que ya no está para metáforas, afirma que la única opción es «armar mucho ruido en la calle» y convertir Catalunya en «un problema importante para Europa». Es una estrategia dura y socialmente muy peligrosa. Poder llegar a ser un problema de verdad en Europa significa que la tensión en España, y también dentro de Catalunya, tiene que cruzar el umbral de lo razonable.
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