EL ANFITEATRO

Una 'Valquiria' de 50 años muy bien conservada

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ROSA MASSAGUÉ

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Richard Wagner fundó su festival, el de Bayreuth. El director teatral Max Reinhardt creó el suyo, el de Salzburgo en verano. Herbert von Karajan que ya estaba asociado al de la ciudad mozartiana también quiso tener uno propio hecho a su medida y así creó el Festival de Pascua. Si la Filarmónica de Viena era la orquesta residente del estival, para el pascual Karajan quiso la que consideraba 'suya', la Filarmónica de Berlín. Este año se cumple el 50º aniversario del nacimiento de este proyecto. Para celebrarlo, el Festival de Pascua, ahora a las órdenes de Christian Thielemann, ha estrenado una recreación de la 'Walküre' inaugural de 1967 que mantiene su fuerza escénica. El éxito ha sido rotundo.

Karajan dejaba pocas cosas al azar y menos en la inauguración de este 'hijo' artístico. Quiso no solo dirigir a la orquesta. Suya fue también la puesta en escena con unos decorados que firmó su estrecho colaborador, el escenógrafo Günther Schneider-Siemssen. La recreación se ha limitado a estos decorados. La directora escénica de esta versión conmemorativa, Vera Nemirova, acertadamente, no se ha centrado en una lectura de lo que hizo el gran director. Sin embargo, los propios decorados condicionan la puesta en escena que la directora ha querido que sea en el espíritu de nuestra contemporaneidad.

Destinada esta ópera de Richard Wagner para el gran teatro del festival que tiene una boca de escenario de más de 30 metros, el eje de la escenografía es un gran anillo de forma elíptica que a lo largo de la representación adquiere diversas formas, rompiéndose unas veces, elevándose otras. En 1967 el movimiento hippy estaba en pleno auge. Stanley Kubrick preparaba '2001: Odisea del espacio', y la propia carrera espacial despertaba gran interés. Según escribió entonces el escenógrafo, "quiero tener la visión ampliada hacia la esfera cósmica" y consideraba que las formas elementales de la naturaleza --las piedras, el fuego, el cielo--, eran los elementos sustanciales de 'Die Walküre'.

Los decorados beben directamente de cuanto creara Wieland Wagner en Bayreuth años antes. Es decir, una escena abstracta, con escasas señas de identidad espaciales y temporales. Nemirova ha tenido que someterse a este dictado de la forma pero ha dejado su huella al dar a los personajes de la ópera wagneriana una humanidad para bien y para mal muy próxima a nosotros. No son los dioses del Walhala. Los personajes se mueven y visten como nosotros, excepción hecha de los cascos y petos de las valquirias y de algún otro elemento extemporáneo. En la versión de 1967 había unas proyecciones responsables de crear ambientes y situaciones. Ahora también las hay, aunque distintas, pese a cumplir el mismo cometido.

UN GRAN REPARTO // Esta recreación cuenta con un gran reparto. Al tenor Peter Seiffert que parece inasequible al desaliento pese a su cada vez más notoria falta de agilidad física, no le falló la vocal. El bajo Georg Zeppenfeld, actualmente uno de los mejores en su tesitura, fue un Hunding rotundo de voz y agresivo en los movimientos de un personaje que solo cree en la fuerza. El también bajo Vitalij Kowaljow fue un Wotan muy humano, dividido entre sus deberes como esposo de Fricka, la diosa del hogar; su devoción por Brünnhilde que es su hija favorita, y su deseo de recuperar el anillo del nibelungo. Ya en las notas finales de este papel agotador, la voz le jugó una mala pasada de la que se recuperó al instante sin que aquello empañara el resultado de una brillante actuación.

Si el apartado vocal masculino estuvo a mucha altura, el femenino lo superó con la soprano Anja Harteros como Sieglinde, pero sobre todo con Anja Kampe en el extenuante papel de Brünnhilde que demostró estar en un excelente momento vocal y que parece haber hecho las paces con Thielemann tras un sonado desencuentro en Bayreuth. También la Fricka de Christa Meyer estuvo a mucha altura. Incluso las valquirias que tantas veces resultan gritonas y deslavazadas, aquí cantaron de forma compacta y sin más estridencias de las que requiere la partitura. 

En el foso estaba, naturalmente, Thielemann al frente de 'su' orquesta, la Staatskapelle de Dresde, una formación que no es ninguna de las dos grandes filarmónicas, la de Berlín y la de Viena, pero siempre ha volado muy alto y ahora, bajo su batuta, más todavía. El director conoce muy bien Wagner y demuestra siempre un gran sentido del ritmo dramático cuando lo dirige. Es un gran creador de atmósferas musicales con un juego muy hábil de las dinámicas y los volúmenes con el que consigue trasmitir un sentido de anticipación que mantiene al espectador en suspense, en una especie de trance. En esta 'Valquiria' lo demostró con creces, especialmente en las escenas de amor, las de los hermanos Siegmund y Sieglinde, y las paterno-filiales de Wotan y Brünnhilde.

Posiblemente esta producción no aporte una mayor profundidad a la obra de Wagner, pero no ha envejecido pese al medio siglo transcurrido desde su estreno. Después de tantas interpretaciones políticas y psicológicas, de tantas puestas en escena con varios niveles de lectura, de tantas escenografías atiborradas de elementos, una 'Walküre' que va directa a la esencia de la ópera sin distracciones, es de agradecer. Drama y música, y nada más.

INAUGURACIÓN CON POLÉMICAS // Karajan creó su festival con la misma idea con la que Reinhardt había ideado el más conocido de Salzburgo, la de ofrecer a un público de entendidos y amantes del arte unos espectáculos de la máxima calidad y rigor, en un lugar de gran belleza, lejos del bullicio urbano.  La inauguración del festival en 1967 no estuvo exenta de polémica, por recelos de la Filarmónica de Viena, por el uso legal de la palabra 'Festival', por cuestiones sindicales e incluso hubo una protesta de la iglesia porque se había programado una representación el jueves santo, algo que la jerarquía eclesiástica salzburguesa consideraba intolerable por coincidir con los oficios religiosos del día. Y para culminar los tropiezos, el día de la inauguración que fue el 19 de marzo nevó copiosamente.

Karajan dio un gran empujón a la carrera de Josep Carreras cuando le invitó en 1979 para cantar en 'Don Carlo', de Verdi y lanzó la carrera de la violinista Anne-Sophie Mutter que debutó en ete festival a los 16 años. Mientras el director vivió, el Festival de Pascua giró siempre alrededor de su persona. Tres años después de su muerte ocurrida en 1989, Georg Solti fue nombrado director artístico del festival. En 1994 le sucedió Claudio Abbado y en el 2002 Simon Rattle, directores asimismo de la Filarmónica de Berlín que fue la titular del festival hasta que en el 2011 la formación dio por concluida su relación de más de cuatro décadas. Thielemann fue nombrado director artístico y se trajo la orquesta de Dresde que dirige cerrando así un ciclo profesional. Quien había sido un joven asistente de Karajan en Salzburgo ocupa hoy la dirección del festival que creó el maestro hace 50 años.

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