Editorial

Una pobreza más crónica y profunda

El balance anual de Cáritas de Barcelona es la radiografía del imparable incremento de personas en situación precaria

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Cada vez más crónica, extensa, profunda y autóctona. Así define Cáritas Diocesana de Barcelona la situación de pobreza que ha detectado durante el 2014 y cuyo informe de conclusiones resulta una dolorosa radiografía de la exclusión social en Catalunya. El balance anual de la organización humanitaria revela que cada vez son más y con mayores carencias las personas que precisan ayuda para cubrir sus necesidades básicas. El 60% de los hogares atendidos por la entidad ya habían recibido atención en años anteriores, mientras que ha debido de ayudar a un 35% más de personas que en el 2009. El perfil de quienes acuden a los servicios de la oenegé de la Iglesia católica también se ha ido transformando conforme la crudeza de la crisis ha ido aumentando y dañando cada vez más a sectores de la clase media incapaces de esquivar el azote de la necesidad. Los usuarios de Cáritas nacidos en España ya suponen la mitad de todos quienes llegan pidiendo ayuda, que cada vez más declaran su imposibilidad para hacer frente al pago del alquiler de la vivienda o a las facturas de los recibos del agua, la luz o el gas.

Ante un panorama tan sombrío, y que tampoco augura cambios notables de rumbo al menos a corto plazo, manifestaciones como las recientes del presidente del Gobierno en las que proclamaba que la crisis era ya historia y que estas navidades son las primeras de la recuperación económica, pueden pecar de insensibles y hasta de ofensivas. Ni siquiera la mejora de los indicadores de la macroeconomía anima el futuro inmediato dado lo que tarda en revertir, cuando lo hace, en el monedero de las familias con necesidades más urgentes.

Resulta de justicia que esos primeros brotes positivos (no importa el color del que sean) cuya llegada las autoridades anuncian sirvan para hacer frente al desamparo de los más vulnerables. No se debe de seguir solo confiando en la ingente labor benéfica y asistencial de las organizaciones humanitarias, sino aplicar una firme voluntad política de mejorar la distribución de la riqueza (reforma fiscal) o la implantación de una renta básica mínima suficiente para devolver la dignidad a tanta gente obligada a dejarla en el camino. No se trata, en definitiva, de apelar a la caridad sino de recuperar valores extraviados, entre ellos el de la justicia social.