Una y otra vez

Esta mirada ha estado durante cuatro días centrada en la tragedia de los refugiados. El maltrato en las fronteras, el mar de la vergüenza, la traición de Europa a su pasado...  Cuatro días ya. Hoy, viernes, quizá es el momento de cambiar de tema. Elegir algo más ligero para el fin de semana. Tal vez una reflexión más personal. Cualquier cosa que no haga exclamar: ¡Otra vez los refugiados! Escribir sobre algo de lo que apenas se escribe. El procés, por ejemplo. Pero ¿ya está? ¿Está todo dicho? ¿Podemos apartar la mirada de los que solo suplican sobrevivir? ¿Podemos olvidarnos del sufrimiento que genera la miope, amnésica, indolente y egoísta política europea?

En Alemania, grupos neonazis han incendiado tres centros de refugiados. La violencia de unos pocos y la apatía de muchos son cómplices de la parálisis, cuando no crueldad, con la que Europa está tratando a cientos de miles de personas. ¿Por qué no se llenan las calles de ciudadanos clamando solidaridad? Nuestra indiferencia rubrica la violación sistemática de las leyes que protegen a los refugiados. Nuestro silencio es la estopa en la que prenden los discursos que levantan muros entre unos y otros. La xenofobia es una tenia con hambre. Siempre con las fauces hincadas en los más débiles. Solo el azar nos diferencia de los refugiados. Al protegerlos, también nos protegemos del retorno de un pasado de ignominia. La tenia pugna por volver. Una y otra vez.