La nueva sociedad tecnológica

¿Una oficina superdotada? Inteligencia, eficiencia y privacidad

Apostemos por la inteligencia integral pero que no tengamos que elegir entre ser sostenibles o tener intimidad

Dos asistentes al MWC consultan sus móviles, flexionando el cuello

Dos asistentes al MWC consultan sus móviles, flexionando el cuello

LILIANA ARROYO

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Suena el despertador, te levantas y enciendes el móvil. La 'app' de la empresa se inicia automáticamente y revisa tu agenda: a qué hora entras, tareas previstas, convocatorias de reunión y con quién. Mientras te arreglas, el sistema procesa las agendas de los otros 2.500 empleados y un algoritmo decide dónde te vas a sentar.

Coges el coche, eléctrico y conectado, que te proporciona la firma. Cruzas Ámsterdam en dirección a The Edge, es el edificio más verde, más eficiente y más sostenible del planeta, certificado por BREEAM. Su diseño ha recibido la atención mundial, porque nació en el 2014 para maximizar la eficiencia energética y adaptarse a las nuevas dinámicas de trabajo por objetivos y de 'mesas calientes'. Todo se adapta y se ajusta constantemente según usos y necesidades.

EL MÓVIL COMO CAMARERO

Accedes al edificio identificándote con la 'app' y rápidamente recibes instrucciones con la sala que te ha reservado. Escaneas los códigos QR para activar la pantalla, el proyector y el ordenador. Tras dibujar la estrategia anual tomáis un café en el atrio central. El móvil también sirve como camarero. Es la versión digital del "ponme lo de siempre": la cafetera sabe que a estas horas te va el café con leche con media de azúcar. Dudas si lo tomas porque te sigue gustando o porque es cómodo y rápido. Por un instante te preocupa también si te habrás olvidado de escucharte e identificar qué necesitas a cada momento.

Antes de comer aprovechas el gimnasio corporativo y te subes a la bici estática. Mientras pedaleas, miras el tablero de eficiencia energética del edificio: 28.000 sensores controlan todos y cada uno de los elementos de la oficina. Tiene una especie de sistema nervioso central: cada objeto tiene un sensor y cada trabajador tiene un móvil.

RADIOGRAFÍA ÍNTIMA

La máxima de la reutilización de la energía es tal que incluso tus pedaleos suman vatios a los generados por las placas solares. Y te sientes como un hámster dentro de la rueda. A ti te conviene por salud y porque ahorras tiempo y dinero, para el sistema es otra excusa para radiografiarte mejor. Con los entrenos es fácil deducir tus niveles de competitividad, constancia y superación. ¿Y si eso fuera utilizado para decidir tu próximo proyecto, o para formar equipos de trabajo según perfiles?

La eficiencia y la sostenibilidad son parte del mantra que gobierna este ecosistema a nivel energético, y la productividad lidera el cántico de recursos humanos. Sabes que están experimentando con las estimaciones de ocupación del edificio para alquilar por horas los espacios vacíos. Si hacen eso con las salas, ¿por qué no con los trabajadores? Por un momento temes que, en pro del rendimiento, te encasillen en tareas que dominas y que haces rápido. Entonces tienes ganas de reclamar que tengan en cuenta tus objetivos de desarrollo personal y profesional.

MÁS RENDIMIENTO

Al cerrar el día te vas pensando en lo que significa trabajar en un edificio eficiente y respetuoso con el planeta. Incluso admites que tiene todo lo que necesitas para producir a gusto, está claro que la satisfacción de los trabajadores les importa, tanto como el incremento en el rendimiento que eso supone. Pero te inquieta este Fordismo 2.0, porque tiene como aliadas cantidad de tecnologías 'smart', y su inteligencia se nutre a base de monitorizar al segundo y con precisión quirúrgica tus movimientos, tus dinámicas de trabajo y tus niveles de producción.

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Empiezas a dudar si tu sueldo compensa esta doble misión, la de la gestión de equipos y la donación de datos sobre tus hábitos, preferencias y cualidades. Quizá hemos asumido demasiado rápido y sin pensar que las tecnologías inteligentes nos empujan a tener vidas casi transparentes en un escaparate digital. Confiemos en que los directivos no tienen acceso directo a esa información personal, pero ¿y si hubiera una brecha de seguridad? O cegados por la obsesión de monetizarlo todo, ¿y si tu perfil profesional, tu cuenta bancaria y tus recorridos habituales se cedieran a tu seguro, tu banco o tus representantes políticos?

Lo que está claro es que más información no implica mayor inteligencia. Es más, se convierte en una gran absurdidad cuando nos invaden sensores ávidos de la máxima eficiencia, pasando por encima de nuestra privacidad. Ni la oficina más superdotada del mundo debería arrebatarnos el derecho a vivir en entornos libres de escrutinio y vigilancia. Así que apostemos por la inteligencia integral, donde no tengamos que elegir entre ser sostenibles o tener intimidad.