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Una mujer de cuidado

RAMÓN DE ESPAÑA

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Descubrí un poco tarde aLucinda Williams(Lake Charles, 1953), la agridulce cantautora norteamericana que este viernes actúa en el Barts, pero se convirtió de inmediato en uno de mis fetiches de lo que podríamos definir como country-folk-rock con mucha alma y -parafraseando al granWilly de Ville, que en paz descanse- demasiado corazón. Fue con su discoEssence(2001), obra maestra de la melancolía musical llena de corazones rotos, amores imposibles y relaciones condenadas al fracaso. En mis momentos de quebranto sentimental,Essencesiempre ha estado ahí para hacerme compañía.

Situada conceptualmente a medio camino entreDolly Parton(la parienta que te espera en casa con el rodillo en la mano para zurrarte la badana cuando aparezcas borracho) yEmmylou Harris (la dulce muchacha que, cuando la plantan, se queda en su cuarto llorando), yo diría queLucinda Williamses de las que, cuando pintan bastos, se va al bar como un hombre, se infla a burbon y, si le tocas las narices, te abre la cabeza con un taco de billar. Y no, no es lesbiana, aunque es imposible hallar una foto suya en la que no luzca tejanos, botas vaqueras y melena pajiza sobre una portentosa cara de resaca: según ella, su principal error sentimental ha sido enamorarse de tipos que tocaban el bajo (frecuentemente, en su propia banda).

Tras algunos discos menores, en el 2011 publicóBlessed, en el que demostraba estar en plena forma, con una mezcla de temas lentos y rápidos que parecía reflejar muy bien su estado de ánimo: se acababa de casar, ¡y no con un bajista! No sé si llenará la sala barcelonesa, pero no hay que descartarlo: su base de fans se amplió notablemente a partir del mágicoEssence, incluyendo a todo tipo de indies, alternativos ygafapastasque hasta entonces la consideraban demasiado country. Yo no veo la hora de que me pase alguna desgracia sentimental para volver a sumergirme en ese disco que tanto me acercó hace 12 años a eso queErik Satiellamabadésespoir agréable.