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Una metáfora deprimente

RAMÓN DE ESPAÑA

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En este mundo suceden cosas horribles, grandes tragedias a las que asistimos a diario en la prensa y la televisión. Luego vienen las tragedias de tipo medio, cuando te deja tu cónyuge o se te muere un amigo. A continuación, tenemos las tragedias de chichinabo, que son de orden muy menor y solo te afectan a ti y a unos cuantos más: la derrota de tu equipo de fútbol, lo mala que es la nueva película de un director al que admirabas o la enésima declaración internacional de que si te sales de España te quedas fuera de la UE. Finalmente, tenemos las tragedias ridículas, las cosas que carecen de auténtica importancia, pero muestran un elemento metafórico que te lleva a pensar, una vez más, en la gran diferencia que hay entre lo que parecen las cosas y lo que realmente son.

A mí me ha deprimido profundamente esa declaración de la NASA según la cual hemos podido confundir una estrella fugaz con el zurullo de algún astronauta. Pienso en parejas felices, tumbadas en la hierba, mirando hacia el cielo, compitiendo de manera inofensiva sus miembros por ser el primero en ver una estrella fugaz, apuntándose tantos falsos ante cada nueva evacuación espacial, y me entra una pena tremenda por todos nosotros. Ya sé que el regalito no aterriza en las narices de ninguna pareja feliz, pero es que eso ya sería el colmo, aunque perfeccionaría lo que ya podemos calificar como la venganza del astronauta. Lo importante, para mí, es que lo que puede tomarse como una muestra de romanticismo resulte ser exactamente lo contrario.

La vida del astronauta deja mucho que desear: tener que reciclar tu orina para poder beber y no morir por deshidratación tiene un punto humillante. Pero al disfrazar sus cacas de estrellas fugaces, el cosmonauta practica una especie de socialización del sufrimiento cuyo subtexto sería: Si yo me bebo mi pipí, tú te vas a comer mi popó. Así, la conquista del espacio se envilece y el romanticismo se revela engañoso. Y si algún día se rompe la pareja que miraba al cielo, quedará claro que lo suyo fue un malentendido desde el principio.