Una lección

Debe haber más bicicletas en Barcelona, pero lo más sostenible de todo son los peatones. Son prioritarios y deben poder pasear tranquilos

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Estoy tocada por la humanidad de Joan Maria Roure. Su mujer está en coma en el hospital. Al terminar la conversación en la radio, irá a verla. A Josefina la atropelló un ciclista hace ocho días, cuando caminaba distraída por la Diagonal. Tiene muy mal pronóstico. Me impacta escuchar que habla de ella así, en pasado. Ya se ha hecho a la idea de lo peor, pero no busca culpables, sino al contrario. Se ha whatsappeado con el chico de la bici. Le cree, me dice, y no le quiere complicar más la vida. Ayudó a su mujer y luego se despidieron deprisa, porque ella no quería llegar tarde a un recital de poesía. Veinte minutos después, sin embargo, las heridas internas la hicieron desplomarse y ya no ha recuperado la conciencia. Joan Maria señala la honradez del ciclista por ir a explicarlo a la Guardia Urbana. Cree que tanto ese chico como su esposa son víctimas de la mala planificación de ciclistas y peatones en las aceras. ¿Qué hubiera hecho ella?, se pregunta Joan Maria. No puede ser que los ciclistas despotriquen de los peatones, y viceversa. No vamos bien así. Hay que tranquilizar a las personas. Debe haber más bicicletas en Barcelona; llegarán las eléctricas, pero lo más sostenible de todo son los peatones. Los peatones son prioritarios y deben poder pasear tranquilos. Distraerse. Si uno no puede distraerse y pasear por la acera, ¿qué es en realidad sostenible?, se pregunta.

Joan Maria es un hombre culto, catedrático de Biología en la universidad. Habla despacio, destila sabiduría. Tiene 69 años. Quiere ayudar e irá a ver a la Síndica de Greuges de Barcelona, Maria Assumpció Vilà, para que haga una intermediación con el ayuntamiento y alguna asociación de bicicletas sensata, me cuenta. Todo el mundo quiere las bicicletas, pero, tal vez por desidia, el Ayuntamiento de Barcelona no ha hecho una buena ordenación de ellas, dice. Insiste en el pacto, alguna declaración que tranquilice a la gente, especialmente los ancianos, que cada vez serán más y caminan despacio.

Como una muñeca

El hombre de la voz serena quiere hablar también del personal sanitario del Hospital de Sant Pau, donde cuidan tan bien a Josefina. Como una muñeca, dice. «No digo que todo el mundo debería vivir lo que vivimos nosotros, porque es muy duro, pero sí verlo. Cuesta mucho dinero mantener este sistema tan bueno, y, en cambio, no paramos de criticar a sus responsables políticos».

Antes de terminar, Joan Maria, el biólogo que nos abre camino, sintetiza su mensaje de manera excelente: «Josefina amaba la ciudad; era una mujer optimista. Tenemos que conseguir hacer una buena planificación entre bicicletas y peatones. La ciudad lo merece. Y también en homenaje a ella». La voz se le apaga un momento, sentimos cómo la quiere y al vuelo aprovecho el instante para despedirlo. He aprendido una lección.