GEOMETRÍA CIUDADANA

Una historia catalana

Mas es un político rodado pero ir prometiendo independencia sin dolor ha sido un error

JOAN TAPIA

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Tras el rechazo de la CUP, Artur Mas afirmó con solemnidad: "la presidencia de la Generalitat no es una subasta de pescado". Curioso en alguien que para caer bien a la CUP no dudó el pasado 9 de noviembre en hacer votar al Parlament, recién constituido, una declaración rupturista con el estado de Derecho. Curioso en un candidato que no tuvo reparo en ir de cuarto en la lista de JxSí a las elecciones del 27-S. ¿Aceptó por dignidad que ERC no le quisiera de uno? ¿No quería debatir con los candidatos de los otros partidos? Curioso en alguien que el jueves no dudó en ofrecer a ERC sustituir el actual gobierno en funciones por otro gobierno en funciones pero de coalición y con una vida tasada de 60 días. ¿Ejercía de trilero para intentar que ERC repitiera la coalición de JxSí en las próximas elecciones y que CDC no tuviera que concurrir en solitario tras los resultados del 20-D, en los que acabó en cuarto lugar? Detrás de En Comu Podem, ERC, e incluso con 10.000 votos menos que el PSC, el partido al que su agit-prop no ha dejado de calificar de traidor desde que no se sumó al intento de consulta ilegal del 2014.

Estos casos recientes son una muestra de una carrera caracterizada por una larga serie de mixtificaciones intencionadas. Entendámonos, Mas no es un político vulgar. Es tenaz como Mitterrand, que no llegó al Eliseo hasta el tercer intento en 1981 tras las derrotas de 1965 y 1974. Tiene gran capacidad didáctica para comunicar con convicción. No se esconde -como otros- de los medios. Y a menudo su discurso político-económico es moderno y solvente. Se puede disentir, pero su posición ideológica está próxima a la de los grupos liberales europeos, uno de los cimientos -junto a los socialdemócratas y los democristianos- de la Europa en la que estamos y de la que nadie, nadie, -ni el héroe griego Tsipras- quiere salir.

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Pero la trayectoria de Mas tiene vaivenes que solo se explican como resultado de una serie de acoplamientos diversos a la fórmula política que le parece más rentable. En el 2003 una mayoría de izquierdas rompió el monopolio del poder del que la CiU de Jordi Pujol disfrutaba desde hacía 23 años. En vez de asumirlo, con contrariedad pero con fair-play, se lanzó a una cruzada: había sido despojado ilegítimamente ya que había encabezado la lista más votada. En realidad lo sucedido era acorde con el Estatut y bastante lógico, pues la democracia es alternancia. Mas deslegitimó al tripartito desde el primer día. Se negaba a admitir que en todos los países serios la derecha y la izquierda (con sus errores respectivos) se alternan en el gobierno.

En la reforma del Estatut, CiU no paró de exigir más autogobierno. No debía creérselo mucho, pues poco después pactó con Zapatero la rebaja del Estatut aprobado en el Parlament. Objetivo: romper el tripartito y volver al poder. Incluso alentó que ERC fuera contra el Estatut -lo que dañó el respeto al texto en España- al exigir que no hubiera ninguna mejora sobre lo pactado en la célebre cumbre nocturna con Zapatero.

Con el Estatut semifracasado -por la campaña del PP, la cobardía de Zapatero, el poco seny del Constitucional y también la desunión catalana- Mas proclamó muerta la etapa autonómica. La culpa principal (no única) era del PP, pero cuando fue president en el 2010 y durante 18 meses no dudó en gobernar con el apoyo de Alicia Sánchez-Camacho y en aplicar una política económica mas derechista que liberal (supresión del impuesto de sucesiones junto a recortes sociales). Pero cuando Rajoy logra mayoría absoluta y Mas comprobó que -al contrario que Aznar en 1996- el PP no necesitaba a CiU, se transmutó de nacionalista a independentista. Aquí está el gran engaño. Instalado en el poder y con influencia económica en los medios vende a una parte muy sustancial de las clases medias catalanas no solo que la independencia dentro de la UE es fácil y posible sino que los costes serían muy inferiores a las ventajas. Y un amplio sector de la ciudadanía -irritado por la incomprensión de la derecha española y confiado en la promesa de un político "de orden"- compra la independencia sin dolor.

Y un líder carismático necesita enemigos. Primero lo fueron Maragall (hoy absuelto) por robarle la presidencia y Carod-Rovira por aliarse al PSC sucursalista de Maragall Antoni Castells. Luego el PP, pero no en el 2010 (cuando el Estatut) sino el 2012, cuando Rajoy no necesitó ni tampoco quiso -grave error- negociar nada. Ahora, la CUP pese a que el aventurismo no es del grupo radical sino de quien apuesta por un pacto trascendente con un partido asambleario. En esta carrera ha mostrado tanta seguridad en si mismo, y en el papel del partido pujolista, que puede ser resultado del autoengaño sistemático y/o de una elevada cara dura. Quizá Artur Mas -alumno de Aula- crea que todo lo hace correctamente. Quizás el troppo nacionalismo -sea catalán, español, francés o alemán- hace perder sentido de la realidad. Pero la Catalunya de los últimos 15 años no se puede entender sin Artur Mas.