La clave

Una ¿extraña? doble pareja

ALBERT SÁEZ

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En pocos días hemos visto un par de fotos sumamente contradictorias con la imagen que algunos ven o quieren ver en la Catalunya de principios del siglo XXI. El president Mas y el socialista Navarro firmaron solemnemente un acuerdo para promover las modificaciones legislativas necesarias para poner en marcha el complejo de ocio y casinos Barcelona World. La foto inquietó a Oriol Junqueras, que creía tener la exclusiva como salvavidas de CiU. Pocos días después se cruzó en nuestras retinas una instantánea de Alfredo Pérez Rubalcaba y Josep Antoni Duran Lleida en plena faena de aliño de esa tan deseada por algunos reforma constitucional. Dos fotos nada espontáneas, por cierto.

Para quienes se llenan la boca de proclamar la inminente ruptura social en Catalunya o la también inminente ocupación militar, estas fotos descolocan. También dejan fuera de juego a los voceros del PP revestidos de presunto progresismo que se apuntan al linchamiento de Mas y a los conversos hiperventilados que niegan el pan y la sal al federalismo. Esta ¿extraña? doble pareja descoloca a muchos y permite a otros alimentar la inminencia de una oferta que ni está ni se prepara. Placebo tan irresponsable como el de la independencia exprés.

Nada es lo que parece

Arrecia estos días una pinza a la griega sobre Mas desde el inmovilismo de Madrid y desde la impaciencia catalana. Unos lo dan por muerto políticamente si no se retracta de la consulta y otros lo quieren rematar políticamente si no les sigue el ritmo y las formas. Mas ha dicho bien claro lo que pretende y, como le gustaba decir al editor Lara antes de partir peras con él, «es previsible». Sumamente previsible: hizo la pregunta, pidió la competencia, impulsará una ley de consultas, convocará la del 9-N, aguantará el chaparrón de la suspensión cautelar del Tribunal Constitucional y... buscará la manera de aguardar turno electoral para pasar por las urnas después que Rajoy, Rubalcaba y Duran. Un interés que puede llegar a compartir con Navarro y que no tiene necesariamente que sentar mal a Junqueras, que anhela tomar democráticamente antes los ayuntamientos que la Generalitat.