Una Europa más débil

En febrero, el ministro italiano del Interior, Roberto Maroni, de la xenófoba Liga Norte, anunció la posible llegada de 80.000 personas que huirían de las consecuencias de la primavera árabe. La previsión no se ha cumplido. Han llegado menos de la mitad (25.000 tunecinos y 10.000 libios). Pero lo que sí se ha producido es el estado de alarma que implicaba aquel anuncio convirtiendo en imperativa la reforma del acuerdo de Schengen reclamada por Nicolas Sarkozy y Silvio Berlusconi sin que nadie en la UE se opusiera o, como mínimo, presentara objeciones.

El acuerdo de Schengen garantiza la libre circulación de personas, uno de los pilares fundamentales de la construcción de Europa. Su articulado ya prevé la reimplantación de los controles fronterizos de forma temporal por motivos de seguridad. Lo que hizo Francia hace unas semanas para detener el paso de trenes desde Italia e impedir la llegada de tunecinos a suelo francés. Y se ha hecho en otras ocasiones.

¿A qué viene entonces pedir la reforma de Schengen para introducir su suspensión temporal? Con su presión, los partidos de extrema derecha han convertido la política migratoria en su gran caballo de batalla, que es ganador. Ayer, la UE decidió mantener los acuerdos, pero abrió la puerta a su reinterpretación. Si esta va en el sentido que los antecedentes mencionados hacen temer, el resultado puede ser desastroso para Europa. Se debilitará uno de los principios de la construcción europea y al renacionalizar la política migratoria surgirán enfrentamientos y agravios entre países.