Las elecciones del 25-M

Una emergencia de la Unión

Juntos, los europeos debemos combatir las causas de la inmigración, no a los inmigrantes

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MARTIN
Schulz

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En las costas del Mediterráneo, la primavera se está convirtiendo en sinónimo de emergencia, con centros de acogida desbordados y un mar que se ha trasformado en el mayor cementerio de nuestro continente. La tragedia de esta semana en Lampedusa, o la de hace unas semanas en Ceuta, corren el riesgo de acabar de nuevo en un insoportable recuento de cadáveres acompañado de las típicas lágrimas de cocodrilo. Pero apenas las cámaras se van, la tentación de mirar hacia otro lado es demasiado grande. Europa es capaz de legislar sobre el espacio de las gallinas ponedoras, pero cuando se trata de un tema en el que trabajar juntos tendría un valor añadido, como la gestión de nuestras fronteras, estamos bloqueados.

Necesitamos una política común de inmigración completamente diferente de la que tenemos hoy. Tres principios deben orientar nuestra acción. En primer lugar, el respeto de la vida y la dignidad humana. Nadie puede disparar contra quien está intentando llegar a nuestras costas. Cada vida perdida en las aguas del Mediterráneo es una mancha en nuestra civilización. Los países del sur de Europa tienen una presión excepcional: los otros países europeos deben contribuir a la gestión de las emergencias humanitarias, y tenemos que reforzar la cooperación con nuestros socios del norte de África. El principio de no devolución, según el que nadie puede ser devuelto a un país donde su vida peligre, debe ser aplicado en todas las operaciones.

En cuanto a la gestión de las demandas de asilo, una cosa está clara: no podemos cerrar las puertas a quienes huyen de la guerra o la persecución. No busquemos excusas, como que ya hemos acogido a demasiados refugiados: solo el 4% de los refugiados sirios han encontrado asilo en Europa. Líbano, un país con menos de cinco millones de habitantes, ha acogido a un millón.

En segundo lugar, hemos de admitir que somos un continente de inmigración sin una política de inmigración legal. ¿Por qué Argentina, Brasil o EEUU tienen un sistema de inmigración legal y nosotros no? Un sistema con reglas claras y una visión a largo plazo sería bueno para Europa y para los inmigrantes. Significaría dar la posibilidad de venir a Europa, no la garantía: en este punto debemos ser claros, aunque a veces a la izquierda le incomode admitirlo. No podemos acoger a todo el mundo. Debemos ofrecer a las personas que quieren trabajar, y que resultan útiles a nuestro continente envejecido, la posibilidad de venir legalmente, integrarse y vivir una vida digna. La inmigración ilegal es inhumana, incontrolable e injusta. Solo con un sistema legal y organizado podremos salvar vidas y combatir a los traficantes de seres humanos.

Tercer principio: debemos trabajar juntos, a nivel europeo, con espíritu de solidaridad. La gestión de las fronteras externas es una responsabilidad común. Para ciudades pequeñas como Ceuta y Melilla, la llegada de miles de refugiados en pocas semanas es insostenible. Pero si estas personas se repartieran de modo equitativo entre 28 países europeos y 500 millones de ciudadanos, sería una responsabilidad que podríamos (y deberíamos) soportar. Debemos aumentar el reasentamiento y la relocalización de los refugiados, y probar un sistema conjunto de análisis de las peticiones de asilo.

Juntos, debemos combatir las causas de la inmigración, no a los inmigrantes: otra área donde Europa puede marcar una diferencia es la prevención. El tema de la inmigración debe estar en el centro de todas nuestras negociaciones con nuestros vecinos del Mediterráneo, donde Europa debe alentar el proceso de reformas. Lo mismo es aplicable a la política de desarrollo, otro tema de competencia europea: ayudando a los países en vías de desarrollo, resolveríamos gran parte del problema. Porque son pocos los que abandonan sus casas voluntariamente. Si tienen trabajo, alimentos y dignidad, ¿por qué irse?

No podemos dejar el monopolio de la inmigración a los partidos populistas, racistas y xenófobos, que basan su éxito en las tragedias de los demás, que tienen para todo un chivo expiatorio y para nada una solución. Lamentablemente, los demonios del pasado no han desaparecido: debemos luchar juntos por una Europa más solidaria, más humana y más justa. Una Europa capaz de dar respuestas a los que se embarcan en un viaje de esperanza y ven, demasiado pronto, sus esperanzas naufragar. A aquellos que se encuentran con que tienen que gestionar una emergencia que les supera, sin tener los medios ni los recursos. Y a aquellos que creen que Europa es mejor gracias, también, a los millones y millones de inmigrantes que viven, trabajan y pagan sus impuestos en nuestro continente. El voto en las elecciones del 25 de mayo es crucial también por eso.

Presidente del Parlamento Europeo.

Candidato del Partido de los Socialistas Europeos a la presidencia de la Comisión.