Cruz

Una casa para el perro

Ni los horarios ni el estilo de vida propician tener un chucho en Barcelona

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JENN DÍAZ

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Nadie en mi familia ha tenido nunca perros. Eso no significa que nadie en mi familia los haya querido. Las razones siempre han sido muy sencillas. Por una parte, los pisos en los que hemos vivido durante toda la vida no han sido suficientes para un perro. No porque hayan sido pequeños, sino porque por muy grandes que sean nunca son suficientes para un animal. Por la otra, y quizá con mayor peso que la primera, porque la vida que hemos ido llevando durante décadas ha sido incompatible con hacerse cargo de él. Los adultos de hoy apenas pueden conciliar su vida familiar con la laboral. Pasamos ocho, diez o doce horas trabajando fuera de casa, no tenemos tiempo para nosotros mismos, todo es inmediato, tenemos prisa para ir a cualquier sitio. El mundo de hoy, y de los últimos años, no ayuda a que nadie de mi familia haya tenido nunca un perro.

Siempre creí que yo tampoco lo tendría. He crecido en un ambiente con un discurso muy claro: no podemos tenerlos en casa, no podemos dedicarles tiempo. Por eso nunca he tenido intención de comprar o adoptar uno. Había llegado a creer que los perros no me gustaban y que por eso no quería tener uno, pero la razón no es esa. Lo cierto es que ni Barcelona, ni los pisos compartidos en los que he vivido, ni el sistema tal como está montado han propiciado que yo descubriera algo que he descubierto hace poco.

ENCERRADOS Y SIN AMO

El último año y medio he vivido en una casa con jardín con bastante espacio para que un perro, o cualquier otro animal doméstico, corra. Y desde hace algún tiempo más, trabajo en casa. Eso significa que, para bien y también para mal, he salido de aquel circuito que ha impedido a mi familia tener perros. Como creía que no me gustaban, en este último año y medio no me lo he planteado... pero hace unas semanas, buscando una mascota para la hija de mi marido, me di cuenta. En las tiendas de animales comprendí que había vivido equivocada: no es que no me gusten los perros, es que me han gustado lo suficiente como para no obligarles a pasar la mayor parte de su vida encerrados en una casa vacía, esperando a un amo que llega demasiado cansado.

Mi estilo de vida ha cambiado en los últimos tiempos, y con el cambio hemos replanteado tantas otras cosas: no solo tenemos gallinas, un conejo que corretea por la casa y un huerto. Vivimos más despacio... y vivimos mejor. Le hemos encontrado una casa ideal al perro: ahora solo nos falta el animal. 

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