Análisis

Un voto de confianza

Mas se ha ganado el derecho a que el soberanismo confíe en su compromiso, pero CiU no tiene la misma credibilidad

TONI AIRA

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Se equivocarán quienes crean, en medio de la euforia del momento, que el 9-N ha sido sobre todo un éxito de Artur Mas. Pero se equivocarán también quienes quieran sacar al president de la ecuación. Porque ahora unos y otros, sobre todo CiU y ERC, tendrán que corresponder forzosamente al mensaje ciudadano calculando para todos, no solo en clave de partido.

El president Mas, sin duda, ha sido una pieza clave e imprescindible para hacer posible el éxito del 9-N. Unos cuantos se reían de él, otros desconfiaban, pero al final, y ciertamente con audacia, ideó y ha llevado hasta las últimas consecuencias, coherente con su compromiso, una consulta que marca un nuevo punto de inflexión política en el país. En este sentido, Mas ha recuperado buena parte de la fuerza que perdió en las elecciones del 25-N del 2012, cuando la euforia del momento llevó a sus más firmes partidarios a impulsarle a avanzar unos comicios después de una movilización masiva durante la Diada y después de un nuevo no de Mariano Rajoy, entonces al pacto fiscal. Fuimos a unas elecciones, CiU hizo una campaña muy centrada en Mas, y no solo la federación nacionalista tuvo un descalabro electoral sino que el gobierno de Catalunya salió más débil. Sin embargo, de aquello salió el momento actual, y quizá mereció la pena. Pero el paso que toca hacer ahora, a la hora de encarar el próximo ciclo electoral y sus consecuencias, reclama mucho cálculo, no en clave partidista sino de país, con la cabeza fría. Y así, será necesario definir muy bien cuándo, cómo, para hacer qué y con qué perspectivas se convoca de nuevo a los catalanes a las urnas. Sin pensar en olas que pueden parecer favorables en clave de partido.

Y esto vale para los defensores de Mas y también para quienes, sinceramente o no, son escépticos con él. Y es que a estos últimos les quedan cada día menos excusas, concretamente a Esquerra. Como mínimo, la de no fiarse de Mas ya no deberían poder levantarla como bandera. Porque si algo ha ganado el president con el 9-N es el derecho a que el soberanismo (siglas aparte) confíe en su compromiso, en su eficacia (o si no, que alguien nos explique cómo lo habría hecho distinto y mejor) y en su determinación para culminar aquello que políticamente ha impulsado desde las instituciones catalanas. Quienes relativizan la importancia y el valor de Mas y creen que ya les irían bien unas elecciones en las que CiU perdiera y el president tuviera que irse a casa, que piensen que el descalabro de la federación nacionalista podría hacer difícil la suma entre soberanistas en un momento clave. Que la euforia, la de un día o la de muchas encuestas, les deje ver y leer bien el momento.

Mas es un activo, pero a día de hoy no tiene ni a su partido ni a su federación con la misma fuerza y credibilidad. Aquí CiU tiene muchos deberes por hacer. Y Esquerra ahora es una marca fuerte, pero deberá calcular si Oriol Junqueras a solas ya podrá hacer. Nada está escrito, pero unos y otros también han recibido con el 9-N un voto de confianza que deberán demostrar en los próximos tiempos (como nunca) que merecen y que lo utilizan bien al servicio de todos.