Un país 'nou' y 'net'

NEUS TOMÀS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Partamos de la premisa de que Catalunya se encuentra ante una encrucijada para algunos histórica y para otros suicida. No entraremos en cálculos falsos, por más que los haga un presidente del Gobierno y, a la vez, no nos autoengañaremos pensando que con los más de dos millones de votos obtenidos la independencia está a la vuelta de la esquina. Incluso los optimistas calculan que faltarían como mínimo otras 300.000 papeletas esteladas.Porcentajes y cifras aparte, convendremos que muchos de los catalanes que queremos un país nou y que el 9-N depositamos una papeleta para defender nuestra dignidad como colectivo solo estamos dispuestos a emprender viajes inciertos si, además de una Catalunya nueva, logramos que sea también más limpia. Un país net donde no haya consellers ni hermanos de consellers bajo sospecha. Un país en el que no se disfrace de sanidad pública una red semiprivada. Una Catalunya en la que no existan constructores en cap y en la que no haya lugar para alcaldes que con una mano firman actas de plenos y con la otra, la venta de pisos de su inmobiliaria. Un país en el que la relación entre lobis y partidos sea fiscalizable, donde la lista de empresas que donen dinero a la fundación de una fuerza política pueda ser consultadas por cualquier ciudadano.

Para que sea nuevo debe ser un Estado en el que los decretos contra la pobreza energética sean eficaces de verdad y en el que cargos y excargos, sean de la Generalitat o municipales, no se desvivan por asistir a consejos de administración tan lucrativos que deberían sonrojar a más de uno, por legales que sean. Un país en el que los viernes por la tarde el Parlament no tenga el aspecto de un museo cerrado y en la que los diputados estén obligados a rendir cuentas ante los electores de su circunscripción. Sí, perdón, para ello haría falta que Catalunya tuviese una ley electoral. Entonces empezaría a ser un país un poco más normal. Y ya puestos, que cuando se acabe una legislatura, las comisiones de investigación parlamentarias no desaparezcan como por arte de magia. Una Catalunya en la que no haya representantes públicos que no tengan reparos en aceptar regalos de mafiosos rusos o que defiendan que tienen derecho a cobrar dietas por alojamiento pese a disponer de residencia a cuatro calles del Parlament (o del Congreso de los Diputados).

La nueva Catalunya sería aquella en la que se protegería el catalán en tanto que lengua más débil, sea en la escuela o en el juzgado. Pero también un país en la que no se sigan subvencionando a los centros que segregan a sus alumnos en función del sexo. Un país en el que entre ellos y nosotros no haya tanta distancia ni desconfianza.