Un desastre que supone un salto cualitativo

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CARLOS ELORDI

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A la espera de que se aclare quien ha abatido la aeronave, el derribo del avión de Malaysia Airlines constituye el momento más dramático de la escalada en el conflicto del este de Ucrania, que empezó en abril, tras la destitución del presidente Yanukovich y la posterior anexión de Crimea por parte de Rusia. El gobierno de Kiev y los separatistas pro-rrusos se han acusado mutuamente del hecho y estos han asegurado que carecen de armamento necesario para abatir a un avión que volaba a 10.000 metros de altura.

Sea quien haya sido, el desastre supone un salto cualitativo. No solo porque han muerto 295 personas sino, sobre todo, por su repercusión: la caída de un avión de pasajeros es una de las noticias que más conmueve a la opinión pública y lo ocurrido ayer por la tarde inevitablemente va a provocar reacciones importantes de todos los gobiernos directa e indirectamente implicados en el conflicto, aunque únicamente sea con el objetivo de mostrarse a la altura del horror que el hecho ha producido en sus ciudadanías.

Hasta ahora estas no se han mostrado muy interesadas en lo que está ocurriendo en el este de Ucrania. Aunque sea una guerra cada vez más seria y que, además tiene todas las trazas de continuar durante mucho tiempo. Confirmando la inconsistencia de sus políticas exteriores, la UE y los principales gobiernos europeos llevan meses tratando de aparentar que el conflicto no les preocupa y que la peor consecuencia posible del mismo, es decir, el eventual corte del suministro de gas ruso a Occidente, es una hipótesis prácticamente descartable. Y la mayor parte de la prensa europea ha secundado esa actitud.

Hasta el punto de que las sanciones acordadas el jueves mismo por el gobierno norteamericano contra empresas y bancos rusos por la implicación de Moscú en la crisis ucrania han sido un asunto muy secundario en la prensa europea. Cuando lo cierto es que Barack Obama ha proporcionado un golpe muy duro a Vladimir Putin. Los activos de las empresas rusas que operan en Estados Unidos, entre ellas los gigantes Rosfnet y Gazprom, han sido congelados, al tiempo que se ha prohibido a las empresas norteamericanas operar con ellas. Ayer, antes de que cayera el avión de Malaysia Airlines, Putin se mostró indignado con la iniciativa y aseguró que Moscú tomaría contramedidas «dolorosas».

Es decir, que la temperatura del conflicto ya había subido mucho antes del desastre aéreo. Porque Washington, secundado tímidamente por Europa, no parece dispuesto a tolerar que Moscú apoye a los rebeldes prorrusos y porque Putin no está dispuesto a dejar que estos sucumban a la ofensiva del ejército ucranio, que los occidentales secundan. Desde esas bases de partida, cualquier escenario futuro es posible. Y el derribo del avión malasio puede servir de argumento a una u otra parte para agravar la situación.

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