Análisis

Un club que solo gana en el campo

DAVID TORRAS

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El equipo diplomático del Barça va por el mismo camino que el jurídico y que el club en general. Fuera del campo no hay manera de que gane un partido y va  coleccionando derrotas, la mayoría doblemente dolorosas. No solo ha perdido unas cuantas causas; también ha perdido unas cuantas veces la dignidad. La nueva sanción de la UEFA por las estelades del Camp Nou agrava la lamentable actuación de la directiva tras el episodio en la final de Berlín. Lejos de defenderse como exigía de lo que era un castigo inadmisible por parte de un organismo que no está en condiciones de dar lecciones de nada, prefirió agachar la cabeza y callar para vergüenza de muchos socios. «Con la UEFA es mejor no ir a la guerra», decían.

El argumento de que las cosas se arreglarían con discreción, activando la vía diplomática, se ha vuelto en contra, como tantas otras decisiones. Releer el comunicado oficial tras un encuentro con Platini, celebrando la decisión de no recurrir y la «buena predisposición de la UEFA» para encontrar una «solución consensuada», provoca bochorno y deja a más de un ejecutivo con el culo al aire. La reacción del club reforzó la sensación de que casi nunca actúa por convicción. Mestre repitió lo que Bartomeu ya dijo e incumplió: «Llegaremos hasta el final». La cuestión es que el final va y viene según conviene.

Los agravios no se negocian y hay sentimientos con los que nunca se debe mercadear, aunque hace tiempo que el Barça ha dejado de lado los debates morales por más que se resista a admitirlo y siga presumiendo de valores. Esa indefinición, esa facilidad para disfrazar las decisiones difíciles y no asumirlas con valentía y honestidad, y navegar en el terreno de las medias verdades, incluso a la hora de bajar a la prensa del avión oficial, es uno de los sellos de esta directiva. Y esta misma semana se vivirá un nuevo capítulo: Catar. Otro ejemplo de cómo no ir nunca de cara.