NÓMADAS Y VIAJANTES

Un cadáver llamado Sarkozy

RAMÓN LOBO

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La segunda vuelta de las elecciones departamentales de Francia las ha ganado un cadáver: Nicolás Sarkozy. Todos le daban por difunto debido a sus problemas con la justicia y el mal recuerdo que dejó tras su paso por el Elíseo (2007-2012). Acumula causas por tráfico de influencias, corrupción y financiación ilegal de sus campañas electorales pasadas. También colecciona enemigos, sobre todo en su partido, la Unión por un Movimiento Popular (UMP). Solo le falta darse a la fuga tras una multa para parecerse a Esperanza Aguirre. Su corte ideológico es parecido: el oportunismo narcisista.

Aceptamos que Francia es moralmente superior, igual que los escandinavos y los países con una impronta calvinista. Tiene más que ver con el complejo de inferioridad inoculado por el franquismo que con la realidad. La moralidad alemana quedó muy dañada en el Holocausto; y Holanda, especialista en vender moral, de ahí que acumule tribunales internacionales en La Haya, falló en Srebrenica, una matanza de la que se cumplen 20 años en julio. Pese a estos problemas, en estos países sería impensable una Aguirre. ¿Cómo fiarse de alguien que miente en el ejercicio de su cargo?

Derecha hundida

Sarkozy ha resucitado, aún no sabemos por cuánto tiempo, porque la derecha francesa estaba hundida en las encuestas y en guerra civil. El socialista François Hollande ganó la presidencia en 2012 más por rechazo a Sarkozy que por deslumbramiento. Prometió todo lo que sabía que no iba a cumplir. Empezó presumiendo de ser de izquierdas y ha terminado deportando gitanos de la mano de Manuel Valls, antes ministro de hierro de Interior y ahora primer ministro. Entre ambos han hundido al PS. Es la moda inaugurada por el PASOK griego.

Con la derecha en desbandada y la izquierda socialdemócrata sin norte, emergió Marine Le Pen y su Frente Nacional como la fuerza más votada en las elecciones europeas de 2014. Fue un aviso: Francia viraba a la extrema derecha. Zonas obreras que votaron en el pasado al partido comunista lo hacían ahora por el Frente Nacional. Le Pen, que es lista y peligrosa, ha construido una narrativa antisistema que ha comprado una parte de la sociedad zarandeada por la crisis económica, la incapacidad de sus gobernantes y la corrupción.

En Francia no hay, de momento, un partido como Podemos. Ese espacio lo ocupa la extrema derecha. Alarmados ante la posibilidad de un sorpasso conservador, la UMP abrió la puerta a un regreso (quizá provisional) de Sarkozy, primero al frente del partido, y después, se verá. El objetivo era cambiar la tendencia. Sarkozy ganó la votación interna con un modesto 64,5% de los votos, lejos del entusiasmo a la búlgara cuando rozaba el 100% de adeptos.

La victoria de la UMP en las elecciones departamentales dará empleo y sosiego a los dirigentes y cuadros intermedio de la UMP; también refuerza la imagen de que Sarkozy es el único capaz de parar a la extrema derecha, porque es el único que puede defender sin vergüenza alguno de sus postulados y presentarse como un hombre de Estado, un moderado.

El objetivo de la segunda vuelta, celebrada el domingo anterior, era frenar a Le Pen, impedir que gobernara en un solo departamento. El PS llamó a votar por la UMP donde el candidato conservador se enfrentaba al lepenista (la segunda vuelta se la disputan los dos más votados en la primera que no han logrado mayoría absoluta). Sarkozy dio la orden a los suyos de abstenerse en casos similares en los que el instrumento para parar a Le Pen era un candidato socialdemócrata. Es el sello del alacrán.

El hombre del momento

Sarkozy sale reforzado. Es el hombre del momento. Su problema es que aún queda mucho para las presidenciales, previstas en el 2017, y que los jueces aprietan. Sarkozy está más cerca de una condena que de regresar al Elíseo. Pero nunca se sabe, que los jueces son muy suyos en todas las partes. Él, por si acaso, arremete contra los que le investigan. Les acusa de estar politizados, lo mismo que decía Silvio Berlusconi en Italia, o nuestra Esperanza Aguirre que acusó de machismo a los agentes.

Sarkozy es un luchador tocado por un halo mesiánico, un enfermo de la política, por no decir del poder, capaz de traicionar a su padre político, Jacques Chirac, y de asesinar a su rival en la carrera a la nominación, Dominique de Villepin, un patricio que aún vive del cuento de su discurso en la ONU en los prolegómenos de la invasión norteamericana de Irak. El gran columnista del diario The New York TimesWilliam Pfaff, que cita el periodista Guillermo Altares en un perfil que firmó sobre el personaje, dijo: «Podría ser un hombre de derechas o de izquierdas, porque su [único] compromiso es con el éxito».