#ouyeah

Un artículo de los de antes

RISTO MEJIDE

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Quiero dejar de vivir después. Quiero que mi vida sea siempre antes. Un antes continuo. Uno que no se acabe jamás. Quiero con todas mis fuerzas que nada de lo que haya ocurrido pueda seguir ahí simplemente para hacerme daño. Vivir después es una mierda. Vivir después es lo que nos mata. Lo que nos hunde. Lo que nos hace mal. Causa y defecto. Acción preocupación.

La vida es antes, porque la felicidad está siempre antes. Antes de llegar. Antes de conseguirlo. Aunque haya sacrificio. Aunque cueste. Sobre todo si cuesta. Conseguir algo es el primer paso para dejar de desearlo. Porque el deseo es antes, también. Porque vivir después ya no vale. Vivir después ya está.

En cambio, vivir después es vivir donde está el recuerdo, la nostalgia, el dolor y el resentimiento. Los resultados de tu analítica. El divorcio. El desengaño. La experiencia, dirás. Y una mierda, te digo yo. Por cierto, la mierda es siempre después. Antes se le llamó comida.

Antes hay anhelo, antes puede que haya hambre y haya sed, vale, pero es que después hay empacho o gastroenteritis en el mejor de los casos, o más hambre y más sed en el peor de ellos. Así que ya me dirás.

La distopía, esa sensación continua de que pase lo que pase vamos a peor, la inefable regla del 3, ésa que asegura que a partir de los 30 años, de las 3 de la mañana y de los 3 gintonics, todo siempre es susceptible de empeorar. Un poco lo que nos pasa en este país. Un poco lo que pasa cuando ya has llamado mujer de tu vida a tres mujeres. Y te das cuenta de que lo fueron. Aunque ocuparan sólo su trozo. Porque ése trozo es suyo. Y siempre lo será. Y no por eso has de dejar que lo llamen mentira. Porque la mentira es la única actividad humana que convierte cualquier antes en un después.

Y ahora qué. Preguntarás. Y ahora hacia dónde.

Pues yo qué sé. De mí no esperes respuestas. Ni mucho menos sentido. Ni muchísimo menos dirección. Que yo soy de los de antes. De los que busca siempre vivir antes, que ya te lo he dicho. Porque no hay nada más peligroso que lo que alguien te vende como un antes y un después. Desconfía de quien quiere sacarte de tu antes para llevarte a su después. Porque no hay malo conocido peor que malo por conocer.

Claro que es bueno ir haciendo cosas. Y necesario. E inevitable. Y esas cosas son ellas mismas las que se ordenan en el tiempo. Pero eso no las hacen mejores por el hecho de estar más acá o más allá. Porque si así fuera, sólo iríamos a mejor. Y ya me dirás.

Yo prefiero perseguir antes como quien persigue la luz del sol y no quiere saber nada de ese después al que llamamos sombra. Y así me va. Acumulo ya más finales de los que jamás he empezado. Comienzo a menudo por el final para no tener que enfrentarme tanto a mis principios. Y sonrío de tanto llorar. Y me enamoro sin quererme enamorar.

Seguramente debería ahora hacer una apología del momento, del 'carpe diem' de toda la vida, de aprovechar el momento, cambiarle las letras a vivir por beber y acabar este artículo por todo lo alto provocando en ti una sonrisa, y en mí la desazón de siempre.

Pero es que esta línea es justo la que va después de la anterior. Y ya no se me ocurre cómo mejorarla. Ya está escrita, ya está después. Lo que yo te diga. Seguramente habré perdido el tiempo escribiéndolo, y lo peor de todo, te lo habré hecho perder a ti.

Haberlo pensado antes.