Un 9-N 'Ikea'

ALBERT SÁEZ

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Carles Viver Pi-Sunyer,  exvicepresidente del TribuNal ConstIucional, considera que el proceso participativo del domingo en Catalunya no se puede detener jurídicamente porque es «autoejecutivo». El Govern de Mas habrá cortado las maderas a medida y repartido las instrucciones de montaje, pero los muebles van a ser obra de los voluntarios y, sobre todo, de los ciudadanos que participarán. Como los muebles de Ikea, diseño efímero.

No es, pues, la consulta que recibió en su día el apoyo del 64,4% de los diputados del Parlament ni el referéndum que cosechó el rechazo del 85% de los diputados del Congreso. Es menos de lo que muchos pedían, pero mucho más de lo que la mayoría auguraba en sus pronósticos. Cae un tabú de la transición y de la política española: es posible pedirle a la gente la opinión -otro día podría ser el voto- sobre la organización territorial. Sin facultar un mandato democrático, pero también sin provocar algarabías ni la salida de los tanques a la calle. Y demuestra que los cuentos de hadas aplicados a la independencia son obra de quienes no se la toman en serio.

¿Vuelve la política?

Finalmente, se ha cumplido la doctrina Blair: los acuerdos son posibles cuando las partes aceptan una misma palabra y la interpretan de  manera diferente. Allí donde Mas «ampara» los actos del 9-N, Sáenz de Santamaría puede entender que no los «organiza». Ejercicio de política tras meses de soliloquios jurídicos.

El 9-N miles de catalanes harán un esfuerzo innecesario en el frente interno. En Catalunya, tanto quienes anhelan la independencia como quienes prefieren seguir en España están de acuerdo en dirimir este asunto en las urnas. A partir del lunes el reto será ponerse de acuerdo en las condiciones de las urnas para que el resultado sea aceptado por todos. Sin politiquería. El 9-N tendrá más valor en España y en el resto del mundo. En Madrid, para cargar de razón a quienes piden a Rajoy mover ficha. Y en las capitales occidentales evaluará la solidez de la reivindicación de esos miles de catalanes que han demostrado que el negacionismo alienta su sana obstinación.