Últimos coletazos de la vieja política

SAÜL GORDILLO

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La política tradicional no es sexy. Los ciudadanos son más exigentes y se han alejado de los viejos canales y formatos de la política convencional. Muchos de ellos se han volcado en el ciberactivismo y ejercen una militancia política intensiva en la esfera digital, rehúyendo de partidos e instituciones. La brecha entre la vieja política, agónica cuando el sistema es bipartidista, y las nuevas formas de defender causas e ideologías es cada día mayor. En Catalunya, la ley de consultas y, especialmente, la nueva ley electoral son una oportunidad para reducir urgentemente la dimensión de esta brecha sociopolítica. Quizá sea un intento tardío, ahora que la sociovergencia pretende levantar cabeza con un BCN World por aquí y una foto Duran-Rubalcaba por allá. El tsunami soberanista del 9-N amenaza con dinamitar el mapa parlamentario y el sistema de partidos. La Assemblea Nacional Catalana, símbolo de una manera nueva de entender la política -lo que en Madrid se tilda de «golpismo» porque es un movimiento incontrolable de abajo hacia arriba-, se ha apoderado de la tecnopolítica y ha conquistado el ágora digital y la calle real.

Este año se cumple el 35 aniversario de los primeros ayuntamientos democráticos. El país cambió desde el municipalismo posfranquista con una proximidad transformadora envidiable. En pocos días, un par de actos lanzan señales esperanzadoras. El Congrés de Comunicació Política, en Barcelona, y el Col·lectiu Reus 1979 de exconcejales de todos los colores en una ciudad salpicada mediáticamente por el escándalo del caso Innova. Aunque no lo parezca, el proceso soberanista es compatible con debates de fondo para mejorar la política.  «La política es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos». Pues eso.