Dos miradas

¿El último toro?

Hay muchos ejemplos, en España, de rechazo a los toros, y en ninguno de ellos interviene el Tribunal Constitucional

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JOSEP MARIA FONALLERAS

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Volvamos a los toros. El Constitucional ha abierto el cajón de las sentencias pendientes y parece que decidirá que la prohibición de las corridas en Catalunya no se ajusta a la ley. Lo hará porque considera que el Parlament no las podía prohibir, porque los toros son patrimonio nacional español y porque, como dice el conseller de Cultura, también son «una gran expresión mediterránea». Unos argumentos que, como afirma el mismo Santi Vila, no responden a un «tema identitario».

Hombre, conseller, con todos los respetos, algo identitario sí es. En las controversias sobre la tauromaquia se mezclaron «una nueva espiritualidad respetuosa con los animales» y el rechazo a un espectáculo que, no del todo acertadamente, se asocia con la tradición española. Y el Constitucional actúa en Catalunya (y no en Canarias, donde se prohibió el maltrato como quien prohíbe bañarse en biquini en el Polo Norte) por una cuestión identitaria. Hay muchos ejemplos, en España, de rechazo a los toros, y en ninguno de ellos interviene el alto órgano jurisdiccional.

Vila dijo que los toros «debían morir de manera natural», y <b>Salvador Boix</b>, gran músico, amigo y representante de José Tomás, no cree que «Balañá, el dueño de la Monumental, tenga ninguna intención de volver». Seguramente. Pero después de la sentencia Balañá quizá sí que pensará en una reclamación sobre el lucro cesante desde aquella tarde en que el de Galapagar mató el último toro.