tú y yo somos tres

"La última bala es para mí"

FERRAN MONEGAL / Barcelona

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Vaya mi comentario crítico de hoy para la audiencia. Para todos nosotros, sordos televidentes, que hemos sido cicateros y hemos dejado en un escasísimo 5,9% de share el trabajo que Melchor Miralles, como productor, y los periodistas Ricardo García Vilanova, Lluís Miquel Hurtado y Antonio Pampliega, nos acaban de presentar en la cadena Cuatro (Infiltrados)

Su incursión en Siria, entre las brigadas que se enfrentan y plantan cara al fascismo del Ejército del llamado Estado Islámico, ha sido un retrato que merecía mucha más atención por nuestra parte. El encuentro con el camarada Paco, militante del partido Reconstrucción Comunista de España, nos ha dado una visión distinta, singular y meditable, de eso que hemos llamado la diáspora de jovenes que se ven forzados a abandonar España. Paco no se ha marchado por la crisis económica. Paco se ha marchado por compromiso con la libertad.

«La clase obrera debe ayudar. La clase obrera es internacional. Hago como hicieron aquellos brigadistas que en 1936 llegaron a España a luchar por la República», decía en la entrevista que le hicieron, en unas ruinas que le sirven de parapeto y trinchera del frente de batalla. Junto a kurdos, junto a cristianos, junto a las unidades de protección del pueblo -las YPG y las YPJ- el camarada Paco lucha por un ideal. Y tiene asumido, y meditado, lo que hará si el Estado Islámico le atrapa: «La última bala es para mí. La última bala es para nosotros. Así lo hemos decidido todos».

Después de la incursión en Siria -dantescas imágenes las que vimos de Kobane, por cierto, una ciudad arrasada por los yihadistas- nos ofrecieron una reflexión importante, en una mesa moderada por Javier Ruiz con el título de Las claves.

Allí quedó explícita la terrible paradoja que vive Siria en la actualidad: la ferocidad criminal del Estado Islámico ha hecho bueno -o menos malo- al dictador Bashar al-Asad. Efectivamente. Hace pocos años, una coalición internacional intentaba derrocar a Asad en nombre de los derechos humanos. Pero la irrupción del Estado Islámico -al que Asad combate- ha cambiado la percepción del mal.

En la Barcelona bohemia de los años 50 un pintoresco personaje llamado Cristóbal González de Grau, de profesión corrector tipográfico, creo que en La Vanguardia, escribió una novela y le puso por nombre Los malos no son los peores. ¡Ahh! Inquietante titulo. Vale para retratar la terrible paradoja de la Siria actual.