El fin no justifica los medios en Silicon Valley

La crisis de Uber debe hacer reflexionar sobre el modelo de gobernanza y ética que hay detrás de las grandes empresas que quieren cambiar el mundo. cuando los medios para conseguir algo no son éticos, probablemente el fin no lo acabe siendo

Travis Kalanick, jefe fundador de Uber, el pasado lunes, en la fiesta de 'Vanity Fair', en Hollywood.

Travis Kalanick, jefe fundador de Uber, el pasado lunes, en la fiesta de 'Vanity Fair', en Hollywood. / periodico

OLGA GRAU

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La dimisión de Travis Kalanick ha puesto al descubierto una historia espeluznante. El fundador de Uber ha renunciado a la dirección de la compañía de Silicon Valley, de la que es su mayor accionista, presionado por tres frentes: las denuncias de acoso sexual y misoginia por parte de exempleadas, el acoso a los conductores de los vehículos y la sospecha de que la firma ha copiado a la filial de Google Alphabet tecnología del coche sin conductor.

Una exempleada de la compañía, Susan J. Fowler, se convirtió en el detonante al denunciar la cultura de acoso sexual y discriminación contra la mujer que practica la empresa de forma sistemática y que ha hecho que el número de ingenieras prácticamente sea inexistente. Su testimonio publicado en su blog pone de manifiesto que su caso no es un hecho aislado, si no que forma parte de la cultura de Uber porque es conocido y consentido por la cadena de mando. Fowler describe otras disfunciones como las malas prácticas en las promociones internas, los incentivos perversos y el caos organizativo de la firma.

La firma Covington and Burling del exfiscal general de EEUU Eric Holder ha llevado a cabo una investigación interna por encargo de los accionistas de la firma. Sus recomendaciones vienen a reconocer que Uber ha estado funcionando sin normas éticas ni de buen gobierno.

El caso Uber ha puesto de manifiesto que la nueva economía de Silicon Valley que busca crear teóricamente una sociedad del futuro mejor está edificada sobre unos cimientos débiles. Detrás de la visión de los fundadores de Uber, Airbnb o Facebook están las grandes empresas de capital riesgo que dan más importancia a los crecimientos rápidos (Uber en cinco años ha alcanzado una valoración de 60.000 millones y opera en 80 países) que a la gobernanza interna. Tras la dimisión de Kalanick, dos de los principales inversores, Benchmark y TPG, han anunciado que cambiarán a sus representantes en el consejo de administración.

Un Uber bueno nos permitiría construir ciudades del futuro con menos coches gracias a la conducción autónoma y compartida, con lo que se reduciría la contaminación y los accidentes. Y un buen Airbnb nos ofrecería la oportunidad de compartir con los ciudadanos el negocio del turismo, sin expulsar a los habitantes de sus propias ciudades como está ocurriendo en Barcelona. Un buen Facebook nos abriría una ventana a un mundo de comunicación global, sin eliminar la diversidad. Pero el fin no justifica los medios, no todo vale para crecer rápido. Y cuando los medios para conseguir algo no son éticos, probablemente el fin no lo acabe siendo. La ética empieza por la propia casa.