Pequeño observatorio

Turnos de oficio necesarios

JOSEP MARIA ESPINÀS

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He visto en este diario un anuncio a toda página de 'Abogados y Abogadas del Turno de Oficio'. Dicen 'nadie hará más por ti' y proclaman que todo el mundo debe tener el derecho de defensa, con las mejores garantías, y piden que confiemos en ellos. Cuando terminé la carrera de Derecho ejercí de abogado durante muy pocos años -lo dejé para dedicarme al articulismo y a la literatura- y en alguna ocasión me tocó defender algún caso que me correspondía por el turno de oficio, no porque acudiera a mí de una forma espontánea, por amistad o por referencias. Eran asuntos poco importantes, los que son habituales cuando el abogado es muy joven y no tiene un prestigio reconocido.

Era un tiempo en el que pasaban cosas que nos parecen pura fantasía. Un cliente, agradecido, llamó un día a casa y me trajo una caja de zapatos. Sí, era de zapatos, la veo hoy todavía blanca, y tenía en la tapa un grupo numeroso de pequeños agujeros. Dentro de aquella caja había un pollo, un pollo vivo. Era la encarnación de un viejo dicho que, más o menos, decía:  'Allò que no es paga amb diners es paga amb dinades'. Faltaban pocos días para Navidad.

Pero no todo era feliz en esa época. He escrito en otro lugar un hecho que no resultaba alegre, sino tristísimo. Intenté defender a una mujer que era víctima de los malos tratos de su marido, que llegaba a casa tan bebido como agresivo, y lo primero que hacía era cogerla y darle un empujón para que cayera escaleras abajo.

La mujer vino a enseñarme una cara llena de hematomas y una pierna morada. Entonces yo colaboraba gratuitamente con un servicio de asistencia jurídica que tenía el obispado para ayudar a los pobres. El sacerdote responsable me dijo que llamaría a los testigos a los ocho o nueve meses.

Afortunadamente esto ya no es posible. Felicito a los abogados que con todo el rigor profesional tienen una positiva dedicación a quienes necesitan ayuda.